Quinto Septimio Florencio Tertuliano, nació en Cartago, hacia el año 155, se convirtió a la Fe católica por el año 193, posiblemente durante sus años en Roma, donde se dedicaba al ejercicio del derecho. Defendió con eficacia la fe frente a los paganos y frente a diversas herejías, y escribió obras teológicas y de carácter disciplinar y moral. Una de esos textos es acerca de la eficacia de la oración. Nos dice que "sólo la oración vence a Dios", es decir, si pedimos lo que es bueno, nos conviene y con fe y perseverancia, Dios nos la concederá. Recuerda que la oración ayuda a "corregir a los débiles, curar a los enfermos, expiar a los endemoniados, abrir las cerraduras de la cárcel, desatar las cadenas de los inocentes. Ella misma disminuye los delitos, repele las tentaciones, extingue las persecuciones, consuela a los pusilánimes, deleita a los magnánimos, conduce a los peregrinos, mitiga las agitaciones, obstaculiza a los ladrones, alimenta a los pobres, gobierna a los ricos, levanta a los caídos, apoya a los que se están cayendo, sostiene a los que están en pie".
"«Pedidme, pues, a fin de que vuestra alegría sea llena y perfecta». Lo cual nos indica que la oración es la fuente de todos los bienes y de toda la felicidad que podemos esperar aquí en la tierra. Siendo esto así, si nos hallamos tan pobres, tan faltos de luces y de dones de la gracia, es porque no oramos o lo hacemos mal. Digámoslo con pena: muchos ni siquiera saben lo que sea orar, y otros sólo sienten repugnancia por un ejercicio tan dulce y consolador para todo buen cristiano. En cambio, vemos a algunos orar pero sin alcanzar nada, lo cual proviene de que oran mal; es decir, sin preparación y hasta sin saber lo que van a pedir a Dios". (San Juan María Vianney (Cura de Ars); Sermón sobre la oración)
Fuente Video: caparrav / Imagen: catholicismusa.com.