De la ciencia de los Santos - La Fe Cristiana

De la ciencia de los Santos



"Punto Primero. — Considera que la verdadera ciencia consiste en hacerse santo; cualesquiera otra sabiduría o habilidad no merece el nombre de esta virtud. Todos esos hombres grandes, cuya memoria hace tanto ruido en el mundo, y cuyo nombre brilla tanto en la historia, si se condenaron fueron sabios de perspectiva. Celebre en buen hora el mundo sus ideas, sus pensamientos, y muchas veces sus aéreas locuciones; pero desengáñate, que la ciencia verdadera no es otra que la salvación.

¿No habla en este sentido el Sabio, cuando dice que el número de los necios es infinito, y que hay pocos que posean esta verdadera sabiduría? Toda nuestra prudencia, todo nuestro ingenio se reduce a apacentarnos de quimeras, y toda la vida se pasa en edificar sobre arena movediza, que al menor movimiento se reduce a nada lo fabricado.

¿Será sabiduría el trabajar para otros? Y un cuarto de hora después de la muerte ¿de qué servirán los bienes que se juntaron con tanta fatiga? ¿Será prudencia tener las lámparas encendidas sin advertir que se va acabando el aceite? Y ¿será tiempo de hacer la prevención, cuando se está de partida para la eternidad?

¿Será verdadera ciencia abandonar el único negocio para el cual estamos en este mundo, y solo afanarse cuando no se está para hacer nada? Y con todo eso esta es la conducta ordinaria de los que en el mundo pasan por hombres sabios. ¡Qué gran locura! pensar en todo, tomar justas medidas para todo, excepto para la salvación. El infierno está lleno de estos sabios de perspectiva. ¡ Ah Señor! ¿y no aumentaría yo el número de ellos, si Vos no me hubierais conservado la vida hasta hoy? Pero ¿qué no mereceré si desde luego me hago sabio verdaderamente?

Punto Segundo. — Considera que es mucha necedad no pensar más que en una fortuna imaginaria, que eternamente la hemos de mirar como tal; la que sabemos que nada tiene de permanente, nada de sólido, y apenas se deja ver cuando desaparece; al mismo tiempo que nada hacemos por una suerte eterna. ¡Cosa extraña! aquello que ha de ser materia eterna de nuestro dolor y de nuestro arrepentimiento, eso es lo que ocupa todo nuestro corazón, y ese es el objeto de todas nuestras atenciones.

Hay algunas almas insensibles y perezosas que nunca miran más que a una parte de la Ley, aunque no ignoran del todo la religión de Jesucristo. Siempre se sienten con algunos deseos de romper aquel lazo, de domar aquella pasión, de ser mas regulares y devotas; pero siempre pasan el tiempo ocupadas en vanos proyectos de conversión. Cuando venga el esposo y llame a la puerta, todos despiertan, así el fervoroso como el perezoso; pero dichoso aquel que tiene hecha con tiempo su prevención. Mas ¿será tiempo de hacerla cuando ya es preciso presentarse delante del Juez? Y ¿no es locura esperar ser prudente y ser sabio de repente, el que toda su vida dio pruebas de una insigne necedad? Los hijos del siglo son muy hábiles en proporcionar los medios para conseguir sus fines, aun cuando los que se proponen los conduzcan a su perdición. Y ¿será posible que solo en materia de la salvación eterna sean necios y estúpidos?

¡ Ah qué prudente fue san Froilán! cuando retirándose de los peligros del mundo, solo atendió el importantísimo negocio de su salvación, y persuadido delas eternas verdades de nuestra Religión, . juzgó que no debía tomar otro partido; en lo que sin duda fue sabio y prudente según Dios.

Señor, aunque estoy persuadido y convencido de lo que debo hacer, nada puedo sin vuestra divina gracia: yo os la pido, dulce Jesús mio, resuelto a dar principio desde luego al estudio de la verdadera sabiduría, que consiste en trabajar eficazmente en el negocio de mi eterna salvación.

Jaculatorias. — Dadme, Señor, aquella verdadera sabiduría que desciende de Vos; aquella que os hace perpetua compañía en vuestro trono. (Sap. IX).

Toda la sabiduría consiste en temer y servir a Dios. (Eccli. I)."

Fuente: "Año cristiano o ejercicios devotos para todos los días del año" por el P. Jean Croisset, S.J., Día 5, Tomo: Octubre - [Negrillas son nuestras.]

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