Del Juicio. De la sentencia final en favor de los escogidos - La Fe Cristiana

Del Juicio. De la sentencia final en favor de los escogidos



"I. Venid, (dirá el Salvador a los escogidos) benditos de mi Padre, poseed el reino que os ha sido preparado desde el principio del mundo. Venid, no ya para llevar la cruz conmigo, sino para reinar conmigo; no para renunciaros A vosotros mismos, y a los deleites, sino para gozar de todas las delicias que mi bondad os prepara, y para ser testigos y compañeros de mi gloria; venid del lugar de vuestro destierro para entrar en vuestra patria; venid de la tierra, lugar de miserias y llantos, para reinar en el Cielo, centro de los verdaderos gustos y delicias: venid y mirad si os engañé, cuando os dije que la dicha que os preparaba era tan grande que merecía llevaseis los mayores males no solo con paciencia, sino con alegría. Dichosos los que escuchan hoy con gusto y obediencia la voz del Señor que les convida a llevar su cruz; pues están seguros de que los convidará después a gozar de la eterna bienaventuranza con su Divina Majestad.

II. Venid, mis escogidos, vosotros que habéis sido menospreciados, perseguidos y maldecidos del mundo; pero honrados, y benditos, no de Abraham, o de Isaac, sino de Dios que es mi Padre y el vuestro, y cuya bendición os recompensará plenamente de todas las maldiciones que os echó el mundo; porque ella os da un derecho de primogenitura, no sorprendido como a un infeliz Esaú; sino una herencia eterna, que yo que quise ser vuestro hermano, parto con vosotros después de haberos a ganado con el precio de mi sangre; vosotros seréis benditos en todo, por todo, y para siempre, alabaréis eternamente conmigo al Padre de las misericordias, al autor de todas las bendiciones de que seréis colmados por toda la eternidad. Lléneme, Señor, el mundo de maldiciones, persígame sin darme un momento de reposo: yo lo consiento, Señor, con tal que después tenga parte en la bendición con que vuestra Divina Majestad honra a sus escogidos.

III. Poseed (añadirá nuestro juez) el reino que yo os he preparado desde el principio del mundo. No es una ligera recompensa la que os doy; porque es un reino, y este no es por tiempo limitado, ni para poseerle y dejarle después: Possidete (es para poseerle eternamente) paratum vobis a constitutione mundi: se os preparó, no solo desde el principio del mundo; pero aun desde toda la eternidad: toda ella fue menester para prepararle, y vosotros no habéis habido menester, sino pocos momentos para merecerle, quedándoos una eternidad entera para gozarle. Pero ¿por qué precio, Señor, nos le das? Por un bocado de pan, o por un vaso de agua dado a un pobre: Esurivi enim & dedistis mihi manducare (Matt. 25, 35).  ¡Qué excesiva recompensa, Señor, para tan poca cosa! Verdaderamente que es excesiva para nosotros; pero no lo es hacia un Dios infinitamente bueno y liberal. ¡Qué gran dicha es, Dios mio, hacer y padecer mucho por vuestra Divina Majestad; pues haciendo tan poco, premias con tanto exceso! Bien merece su infelicidad el que se priva de esta gloria; pues menosprecia un bien tan grande y que le pudo tener tan fácilmente."

Fuente: "Pensamientos o Reflexiones Cristianas, para todos los días del año", Pbro. Francisco Nepueu, Tomo IV, Octubre, Día VI - [Negrillas son nuestras.]

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