"¿Cómo podrías estar en pecado un día entero, habiendo el medio de la Confesión para salir de él? ¿Y si pensaras, que mientras estás en pecado, eres el objeto de la indignación, e ira de Dios; esto es, de una indignación infinita, y de un enojo todo poderoso. Por ser todo poderoso, nada hay, que pueda resistir a su esfuerzo; y tu vil gusano juzgas poderte escapar? (...) Siendo, pues esta indignación omnipotente, no hay duda, que podrá ejecutar su venganza en infinito, hasta hacerla eterna; y no obstante, parece, que no la temo; pues no solicito con ansia el templarla, y más cuando lo puedo hacer fácilmente; pues en confesando mi delito; se perdona mi pecado. (...)
Tú sabes, que estando en pecado mortal, eres enemigo de Dios, y el objeto de su indignación, y enojo, pues ¿cómo puedes vivir en este estado un solo momento, sufriendo este peso tan grande, cuyas consecuencias son una condenación eterna? No obstante esto, vives en este estado, no un momento, no un día, no un mes, sino años enteros, sabiendo, como sabes, que hay medios para desenojar a Dios, y que estos medios son igualmente seguros, que fáciles; pues no es menester más, que declarar tus delitos, para alcanzar el perdón, confesarte culpado, para justificarte; sabiendo también, que el mismo Dios te da estos medios, que te convida, a que te valgas de ellos, y que llega su misericordia, hasta rogártelo; y con todo esto parece, que dudas valerte de estos medios, difieres años enteros ponerlos en práctica; y por consiguiente reconciliarte con un enemigo tan digno de temerse, y asegurarse contra los efectos de una indignación todo poderosa. ¿Pudo verse jamás presunción tan loca, ni locura más incomprensible? Pues esto es, lo que hacen, los que estando en pecado mortal difieren llegar al Sacramento de la Penitencia."
Fuente: "Pensamientos o Reflexiones Cristianas, para todos los días del año", Padre Francisco Nepueu, Tomo II, Mayo, Día XIV / Imagen: art-of-divinemercy.co.uk