La Tempestad Calmada (I) - La Fe Cristiana

La Tempestad Calmada (I)



"Al atardecer de ese mismo día, les dijo: "Crucemos a la otra orilla".
Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya.
Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua.
Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal.
Lo despertaron y le dijeron: "¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?". Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: "¡Silencio! ¡Cállate!". El viento se aplacó y sobrevino una gran calma.
Después les dijo: "¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?".
Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: "¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen? (San Marcos 4,35-41)"

Peligros que miran a nuestro cuerpo.

1o. ¿Cuál debe ser nuestra conducta antes del peligro?
(...)
¿Quién se hubiera podido imaginar jamás que esta navegación, que se emprende por orden del Hijo único de Dios, del Salvador del mundo, había devenir a ser una navegación peligrosa? Pues de hecho: estos navegantes se creyeron de una vez perdidos... La vida y los bienes no solo en el mar están en peligro, todos los elementos, toda la naturaleza, mil accidentes nos amenazan de todas partes, y nos vienen a asaltar cuando menos los esperamos; y así debemos perseverar constantemente en la gracia de Dios, y estar siempre prontos a comparecer delante de él. Debemos encomendar todos los días a la protección del dueño de todos los acontecimientos, nuestra vida, nuestros bienes, y las personas por quienes nos interesamos. Nada debemos hacer, nada debemos emprender sin implorar el divino auxilio, la protección de los santos Ángeles, la intercesión de nuestros Santos abogados, y particularmente de la reina de los Ángeles y de los Santos. ¡Qué temeridad vivir entre tantos peligros con una conciencia manchada de pecado! (...)

2o. ¿Cuál debe ser nuestra conducta en el peligro?

(...)

En el peligro es necesario obrar con firmeza, y hacer aquello que depende de nosotros, por medio de votos religiosos, de sinceras promesas: orar e interesar al cielo en nuestro favor, esperar en la bondad, y en el poder de aquel que se invoca: someternos a los órdenes de la Providencia, y a la voluntad del Soberano Señor. Si alguna enfermedad peligrosa nos hace temer el fin de nuestros días; si alguna persecución turba nuestra tranquilidad, y nuestros bienes, obremos, oremos, sometámonos y esperemos.

3o. ¿Cuál debe ser nuestra conducta después del peligro?

(...)

Después del peligro debemos mostrar nuestro reconocimiento por medio de alabanzas y de agradecimiento unidos a la admiración, al temor, y al amor para con quien nos ha librado. Lo debemos mostrar con una pronta y exacta fidelidad en cumplir las promesas que hayamos hecho; pero principalmente con un santo uso de la vida, y de la tranquilidad que se nos ha concedido. ¿Quién hay entre nosotros que no se haya hallado en algún urgente peligro, en ocasiones, o en negocios críticos de que ha salido libre como por una especie de milagro? Traigamos aquí a la memoria los beneficios particulares que Dios nos ha hecho. ¿Qué reconocimiento le hemos mostrado hasta ahora? ¿Él nos ha conservado y conserva nuestros días?  ¿Pues, por qué le ofendemos? ¿Por qué vivimos una vida desarreglada? ¡O ingratos! ¿Lo hemos invocado en los peligros? Le hemos prometido serle fieles en la guarda y cumplimiento de su ley, si nos libraba; él nos ha librado, y nosotros nos hemos olvidado tanto de nuestras promesas como de sus beneficios ¡Ah ingratos!"

Fuente: "El Evangelio Meditado", Bonaventure Giraudeau (S.J), Tomo Tercero, Meditación LXIV, 1798. - [Negrillas son nuestras.] / Imagen: "Paddlesteamer in Stormy Weather" by Andreas Achenbach

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