"Es justo, que el hombre sirva a Dios, porque ha sido su Redentor.
Si en todo, y por todo debo servir a Dios, porque ha sido mi Criador, mucho más lo debo hacer, por haber sido mi Redentor; pues me redimió con el precio de su sangre. (...) ¿Qué no dio Jesucristo para comprarme, y redimirme? Derramó su sangre para eso, que es de un precio infinito; luego me resulta una obligación infinita de ser suyo. (...)
Vosotros no sois más de vosotros, (dice el Apóstol) porque no habéis sido redimidos con el oro, o coste de monedas, sino a costa de la preciosa sangre de Dios. ¿No debes, pues ser totalmente de Él? (...) El mundo nada ha dado, para ser dueño de ti, o si ha dado algo, es casi nada; ¿y quieres ser del mundo? Este (dice Jesucristo) es un ladrón, que no te quiere, sino para matarte (...) ¿y te entregas a el? Jesucristo es tu legÃtimo dueño, quiere serlo tuyo, para darte la vida y salvarte; pues ¿cómo huyes? ¿No es perderte infelizmente, no quererte entregar a quien solo te puede hacer dichoso? (...)
¡Dichosa mi servidumbre; pues me da la libertad, y me libra del Demonio! ¡Dichosa sujeción, pues sujetándome a mi Dios, me hace dueño de mÃ, y del mundo! ¡Infeliz he sido hasta ahora; pues quise sacudir tu coyunda, y me sujeté al pesado, y cruel yugo del demonio, y del mundo! (...) Señor, recibe este esclavo fugitivo, que confuso de su fuga, y arrepentido de su rebelión, viene voluntariamente a volverse a tus cadenas, con resolución de no romperlas jamás. Dichosas cadenas, que uniéndome a ti, y haciéndome tuyo, me librarán de la tiranÃa de mis pasiones."
Fuente: "Pensamientos o Reflexiones Cristianas, para todos los dÃas del año", Padre Francisco Nepueu, Tomo II, Junio, DÃa III / Imagen: sallyhanreck.com