¿Cómo Prepararse para recibir el Espíritu Santo? - La Fe Cristiana

¿Cómo Prepararse para recibir el Espíritu Santo?



San Juan de Ávila, Doctor de la Iglesia, nos enseña como nos debemos preparar y que disposiciones debemos tener para recibir al Espíritu Santo. Nos dice al respecto lo siguiente: “Lo primero que conviene para que el Espíritu Santo venga a nuestras almas, es que sintamos gran necesidad de Él y que creamos que puede hacer mucho bien en nuestros corazones. Por desconsolada que esté un alma, basta Él para consolarla; por pobre que esté, para enriquecerla; por tibia que esté, para encenderla; por indevota que esté, para inflamarla en ardentísima devoción. ¿Remedio para que venga el Espíritu Santo? Sentir de Él muy magníficamente. Y así dice hablando de la grandeza del Espíritu Santo (Ecl 3,21): «El poder de Dios es muy grande, y de solos los humildes es honrado».

Lo segundo, conviene mucho para que el Espíritu Santo tenga por bien de venir a nuestros corazones, para que no nos deseche y nos tenga en poco, es tener deseo de recibirle y que sea nuestro convidado, un cuidado muy grande, un deseo muy firme y ansioso. ¡Oh si viniese el Espíritu Santo! ¡Oh si viniese aquel consolador a visitar y consolar mi alma! (…) Dice San Bernardo: «Delicada es la consolación Divina y muy sutil, y no se da a los que admiten consolaciones humanas. Despéguese toda alma de consuelo humano, si quiere que el Espíritu Santo la consuele, y éste siempre con ella. Con mucha razón quiere el Espíritu Santo ser deseado». (…)

¿Qué hará el Espíritu Santo, que quiere que el hombre que lo quisiere tenga gran deseo, y también quiere que lo deseen? ¡Cuán deseado fue nuestro Redentor antes que viniese al mundo! Deseólo Adán, deseólo Noé, deseólo Abraham, Isaac, Jacob, deseáronlo los Profetas y Patriarcas; todos lo desearon. (…) Jesucristo fue muy deseado en gran manera, y así quiere el Espíritu Santo ser deseado; porque aquella merced cuadra bien, que antes que venga es bien deseada; y el manjar que por sí es bueno, es mal empleado en quien no tiene gana de comer. (…) No vendrá el Espíritu Santo a ti si no tienes hambre de Él, si no tienes deseo de Él. Y los deseos que tienes de Dios, aposentadores son de Dios, y señal es que si tienes deseos de Dios, presto vendrá a ti. No te canses de desearlo, que, aunque te parezca que lo esperas y no viene y aunque te parezca que lo llamas y no te responde, persevera siempre en el deseo y no te faltará.

Hermano, ten confianza en Él, que aunque no viene cuando tú le llamas, el vendrá cuando vea que te cumple. Porque debes, hermano mío, asentar en tu corazón que, si estás desconsolado y llamas al Espíritu Santo y no viene, es porque aún no tienes el deseo que conviene para recibir tal Huésped. Y si no viene, no es porque no quiere venir, no es porque te tiene olvidado, sino para que perseveres en este deseo, y perseverando hacerte capaz de Él, ensancharte ese corazón, hacer que crezca la confianza, que de su parte te certifico que nadie lo llama que se salga vacío de su consolación. ¡Y cómo dice esto el Real Profeta David! «El deseo de los pobres no lo menospreció Dios, oyólo el Señor». (Sal 21,25) ¿Quién es pobre? «Pobre es aquél que desconfía de sí mismo y confía sólo en Dios»; pobre es aquel que desconfía de su parecer propio y fuerzas, de su hacienda, de su saber, de su poder; aquel es pobre que conoce su bajeza, su gran poquedad; que conoce ser un gusano, una podredumbre, y pone juntamente con esto su arrimo en sólo Dios y confía que es tanta Su Misericordia, que no le dejará vacío de su consolación. Los deseos de estos tales oye Dios.

(…)

¿En qué estamos? ¿Qué es menester para que el Espíritu Santo venga a nuestras almas? No sólo lo hemos de desear, hemos de aderezar la casa limpia. Y esto hacéis cuando os ha de venir un huésped a vuestra casa, ¿cuánta más razón es que esté vuestra alma limpia, que no tengáis malos pensamientos, ni malas palabras, ni malas obras, y que estéis adornados de las virtudes, porque el huésped que esperáis es limpísimo en gran manera? Mirad, más es menester que llamar al Espíritu Santo, más es menester que aderezar la posada; es necesario que aderecéis la comida. Habéis de echar mano a la bolsa, no os ha de doler el gastar mucho, habéis de ser largo y muy liberal. Cuando tenéis un huésped, no os duele comprar sólo lo que a él basta, pero aún compráis para que le sobre; así es menester, hermano; esperáis a este santísimo Huésped, pues Él es tan liberalísimo para con vos, sedlo vos para con Él; Echad mano a la bolsa, y no deis poquedades, dad de comer al hambriento, vestid al huérfano y a la viuda, haced oficio de padre con todos los necesitados.

(…)

Dale de comer al Espíritu Santo, y dale para comer tu corazón, que carne come; pero mira que es carne mortificada lo que come. ¿Qué cosa sería si le pusieses a tu convidado un ave viva? «¿Cómo?» te diría, «Quítala, que esa ave no es para comer». Sube al Cielo muchas veces, y suplícale te lo abrase con fuego de amor; muerta ha de estar tu carne y manida, castigada y mortificada, adornada con ayunos y disciplinas; has de estar muerto al mundo, has de tener tu corazón guardado, en Dios tus pensamientos y deseos levantados. (…) Mira lo que hizo la paloma que echaron del Arca de Noé, echáronla fuera, fue volando, cuando salió, ya había cesado el diluvio, había en la tierra muchos cuerpos muertos, y no se quiso sentar sobre ninguno de ellos, ni descanso entre ellos, sino subióse a una oliva, cogió un ramito con el pico, y volvióse con él al Arca. Así ha de hacer el alma del Cristiano, no asentarse sobre ningún cuerpo muerto, ni tus pensamientos han de estar en cosas muertas, ni perecedera, ni hediondas, mas han de estar en el Cielo, puestos donde está tu tesoro Jesucristo, allí este todo tu corazón. (…)

Dirá alguna alma que se ve tan acorralada y tan medrosa, que hubiere cometido tantos pecados: «Padre ese Espíritu Santo que decís, es Dios, es un Dios Todopoderosos, Dios terrible, yo soy un gusano, una hormiga; ¿cómo querrá venir ese Espíritu Santo a mi posada tan mal aderezada?» Temo que no querrá venir. Si miras a ti, razón tienes por cierto, que no querrá venir el Espíritu Santo; ¿pero sabes que has de hacer? Poner en medio de ti y de Él a Jesucristo y a sus merecimientos, y viendo el Espíritu Santo lo que Jesucristo pasó por ti, por amor de Él, luego vendrá. (…) Ten pues hermano, confianza en estos merecimientos que Jesucristo tuvo; no pienses que es voz muda la que tienes en el Cielo en tu defensa, los merecimientos de Jesucristo está allá abogando por ti; ni tampoco es voz muda si alegas para que el Espíritu Santo venga. No desconfíes, que si los merecimientos de Jesucristo tú das por ellos, te darán el Espíritu Santo.

(…)

Y pues ves hermano, que por los merecimientos de Jesucristo se da el Espíritu Santo, no ceses de pedirlo, no dejes de desearlo con grande deseo, sintiendo de él que vendrá a tu alma; y será tanto consuelo para ti, que nadie bastará a quitártelo. Apareja tu posada, apareja la comida para este huésped, pues tan bien la merece y tantas obligaciones le tienes; hagamos muchas limosnas a los pobres; hagamos misericordia a nuestros prójimos; abstengámonos de todo pecado y de toda falta (…); tengámonos nuestros sentidos muy sujetos; y todos estemos con verdadera confianza, que por su misericordia vendrá en fuego de amor, fortalecerá nuestros corazones, y darnos sus dones".

Fuente: "Obras del Venerable Maestro Juan de Ávila, Clérigo, Apóstol de la Andalucía". Tomo 2. 1792. [Negrillas son nuestras.] / Imagen: music4life - Licencia: CC0 Public Domain

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