Remedios contra el Pecado de la Deshonestidad - La Fe Cristiana

Remedios contra el Pecado de la Deshonestidad



"Hay ciertos vicios, que son unos enemigos, que es menester acometer, y que es menester pelear con osadía, si se les quiere vencer; pero hay otros, que no se les puede vencer sino huyendo: El temor, y la fuga hacen todo el valor, o a lo menos aseguran la victoria. Tal es el pecado de la deshonestidad, que es un peligroso enemigo: Se está medio vencido, y queremos estarlo del todo, cuando nos acercamos a él, u dejamos que se nos acerque; solo con darle oídos, se está muy cerca de capitular con él. Tiene este vicio inteligencias secretas con nuestro corazón, y con  todas nuestras pasiones; si nosotros no le prohibimos todo comercio con él, seremos bien apriesa entregados, y vendidos a fu tiranía. Temer, velar, orar, y huir, sino son los únicos remedios contra un mal tan pernicioso, son a lo menos los principales, y más seguros. La negligencia que tenemos en servirnos de estos remedios; o por mejor decir, el horror que les tenemos, es argumento, o de que no queremos curar de un mal, que nos parece tan agradable, o de que queremos caer en él.

Los espectáculos, los bailes, las comedias, los libros de galantería, las canciones sobradamente tiernas, los discursos libres, las palabras equivocas, o lascivas, las modas poco modestas de las mujeres, los aires sobradamente alegres, o graciosos, los tocados, o adornos exquisitos del mundo, las desnudeces peligrosas, las conversaciones, y conocimientos sobradamente particulares, son los medios de que el Demonio se sirve, para hacer reinar este pecado de lascivia en el mundo.

Permitirse estas cosas, o sufrirlas, en los que dependen de nosotros, es obrar de concierto con el Demonio, que inclina a este vicio, para ayudar a sus designios. ¡Qué vergüenza para las mujeres, y doncellas, que se llaman Cristianas, ser instrumentos del Demonio! Pretender con todo esto ser casta, es pretender lo imposible, esperarlo, es locura; pedírselo a Dios, es, tentarle, o insultarle.

El pensamiento de la presencia de Dios, es un remedio poderoso contra el pecado de deshonestidad; porque ¿cómo podernos cometer a la vista de Dios, un pecado que no nos atreveríamos a cometer delante de un hombre honrado? Un solo testigo, en una acción vergonzosa, detendría la pasión más violenta, ¿y los ojos de Dios más dignos de temerse, que todos los del Universo no te detendrán? Esto es, o no tener Fe, o respeto, o religión. Si la vista de Dios no te detiene, deténgate a lo menos el temor de la vergüenza, que tendrás un día, al ver estas acciones infames, estas obras de tinieblas, manifestarse en el Juicio Final, en aquel gran día, a vista de todo el Universo; y si este temor es aun pequeño, el temor del fuego eterno, que debe ser el castigo de este gusto momentáneo, debe detenerte. ¿Quisieras comprar el mayor gusto con el dolor, que te ocasionaría el fuego, durante un cuarto de hora? ¿Lo podrías, aunque quisieras? Acerca la mano al fuego de una hacha ardiendo, y responde. ¿Y un fuego sumamente ardiente, y un fuego eterno, no te detendrá?".

Fuente: "Pensamientos o Reflexiones Cristianas, para todos los días del año", Padre Francisco Nepueu, Tomo III, Agosto, Día XI - [Negrillas son nuestras.] / Licencia Imagen: "Venda d'esclaus" de Jean-Léon Gérôme - CC0 Public Domain

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