"Lo que hiciereis al más mínimo de los míos, (dice Jesucristo) es a mí, a quien lo hacéis (Mt 25,40); de que se infiere, que debes mirar a Jesucristo en la persona de tu prójimo. Jesucristo esta en este pobre, en este miserable, que te ha ofendido tan gravemente, y esta tan verdaderamente en él, como esta en la Eucaristía, aunque esta por diverso modo; lo uno y lo otro esta igualmente apoyado en la palabra de Dios.
Si la bajeza, y miseria de este pobre te aparta de él, la Majestad de Jesucristo, que está en este pobre, y en este miserable, te debe infundir respeto y caridad. Si la dureza e injusticia de tu enemigo te irrita, la dulzura, y la bondad de Jesucristo, que debes mirar en este enemigo, debe detener tu ira, y apaciguar tu cólera.
Tú tienes infinitas obligaciones a Jesucristo, no hay nada, que no te pueda pedir con justicia, para sino lo necesita, todos sus derechos los cede a tu prójimo, y te abonara en la cuenta todos los beneficios, que le hicieres. En el Juicio Final parecerá, que olvida todo lo que se ha hecho por él, o a lo menos solo hará mención de los beneficios, que hubieres hecho por el a tu prójimo.
Quien os tocare, (dice el Señor) toca a las niñas de mis ojos; como si no fuese bastante para Dios, el decir, que quien ofende a su hermano, o prójimo, toca y ofende a su Divina Majestad, sino que añade, que le toca, y le ofende en las niñas de los ojos, esto es, en la parte más sensible. No hay herida ligera en las niñas de los ojos, cualquiera es de consecuencia, y dolorosísima; y así la ternura, que Jesucristo tiene con los hombres, hace que mire todo el mal, que se les hace, no solo como mal, sino como un mal gravísimo, y que parece que siente más, que el mal que se le hace inmediatamente a sí.
En la sentencia, que Jesucristo articulara contra los malos en el día del Juicio, parece que olvida sus intereses, y atendiendo menos a las injurias, que se le han hecho a su Divina Majestad, solo hace mención de la dureza, que se ha tenido con los pobres: Yo tuve hambre (dic en la persona de los pobres) y no quisisteis darme de comer (Mt 25,42). La ternura, con que los miraba, me hubiera obligado a daros el Paraíso por un pedazo de pan, que les hubierais dado, vosotros no le habéis querido ganar a este precio, pues nada podéis pretender para vosotros; porque no tendréis mas herencia, que mi maldición, y una desgracia eterna, que es su consecuencia precisa
Si Jesucristo viniese en persona a pedirte una limosna, como ha hecho con algunos Santos; si viniese a pedirte un favor; si te pidiese le hicieses algún servicio, ¿se lo negarías? ¿No te tendrías por muy dichoso, y honrado? ¿No mirarías como el mayor de todos los favores, el tener alguna ocasión de conceder, lo que te pidiese Jesucristo? Pues cuando haces cualquier beneficio a tu prójimo, por amor a Jesucristo, cuando das limosna en su nombre a un pobre, estas más seguro, que haces un servicio a Jesucristo, que no si se le hicieses a su misma persona; porque tus sentidos, que serían, los que te podrían asegurar, que era Jesucristo, te podrían engañar; pero la Fe, que te lo asegura en las ocasiones, en que ejercitas la caridad con tus prójimos, no puede engañarte. Confesemos, pues, que si no tenemos caridad, es, porque no tenemos Fe; y si no tenemos Fe y caridad, ¿Que somos sino infieles y réprobos?".
Fuente: "Pensamientos o Reflexiones Cristianas, para todos los días del año", Padre Francisco Nepueu, Tomo III, Septiembre, Día VII - [Negrillas son nuestras.] / Licencia Imagen: "The Charity of St. Elizabeth of Hungary" por Edmund Leighton - CC0 Public Domain