"Considera que no hay cosa más opuesta, no la hay más contraria que las máximas de Cristo, y las máximas del mundo. Es necedad, es locura pretender acordarlas.
Él mundo coloca, toda la felicidad en la alegría, y en la abundancia. Esta es la idea que se forma de un hombre feliz. Cristo juzga todo lo contrario: según su doctrina se debe preferir la pobreza a la abundancia más deliciosa. Es aquella un título que nos da derecho al Reino de los Cielos: y la hartura de los Bienaventurados en la gloria, es fruto de la necesidad que padecieron en la tierra. La única causa que parece señala Jesucristo de aquel torrente de gozo, en que están inundados los escogidos, son las lágrimas que derramaron en esta vida: Bienaventurados los que ahora lloráis, porque en algún tiempo os reiréis. ¿Acomodase el mundo con esta máxima? Y porque el mundo no se acomode con ella, ¿dejará por eso de ser máxima de Jesucristo?
El espíritu del mundo quiere que sea especie de mérito, y de honor, el ser bien admitido en todas las compañías. A este fin es el vestirse, el componerse, el afectar modales airosos, gratos, risueños, agradables, haciéndose todo a todos: ¡y qué dolor, buen Dios, para una persona cuando conoce que no es del gusto de los mundanos!
Todo esto lo reprueba Jesucristo: Seréis bienaventurados, nos dice, cuando por mi amor os aborrecieren los hombres. El mundo os enseña que para ser dichosos en el mundo, es menester agradarle; y yo os digo, que no seréis dichosos en el mundo, sino cuando por amor de mí le desagradareis a él: antes bien no es posible agradarle a él, sin desagradarme a mí: ahora escoged entre estos dos partidos. ¡Ah, buen Dios, y qué pocos hay que siquiera deliberen! Casi siempre se lleva el mundo la preferencia. Y si no, pregunto: ¿Da mucho cuidado a los mundanos el no agradar mas que a Dios?
¡Oh, mi dulce Jesús, y qué copioso manantial de dolor, y de indignación contra mí mismo me ofrecen estas reflexiones! ¡Como he podido yo componer seguir el mundo, y hacer profesión de creeros! Suplicaos, Señor, que prestéis alguna atención a mi dolor, y a mi arrepentimiento, efecto de vuestra gracia, y de vuestra misericordia.
Considera que no hay oposición más viva, ni más patente que la que se encuentra entre el espíritu del mundo, y el espíritu de Cristo.
En el mundo se reputa por un estado muy digno de compasión el ser pobre, por infamia el ser maltratado, y por deshonor el ser la fábula de los mundanos, y el objeto de sus burlas. ¡Qué mortificación el ser excluido de sus diversiones, o separado de sus festivas concurrencias! Esto es lo que se llama en el mundo adversidad, poca fortuna, desgracia. Pues oigamos ahora cómo se explica Jesucristo en este punto.
Vosotros hijos míos, seréis bienaventurados, y dichosos, cuando no fuereis del gusto de los hombres del mundo: dichosos cuando vuestra modestia, vuestro recogimiento, y vuestro porte regular sea el asunto de sus burlas: dichosos cuando los que viven sobre el espíritu del mundo tengan lástima de vosotros: cuando oigan vuestro nombre con horror; cuando se excluyan de sus funciones, y de sus concurrencias: cuando os cargaren de oprobrios, entonces regocijaos mucho, dad grandes muestras de alegría, y teneos por los más felices, y los mas bien librados del mundo. Vamos claros: ¿dirige Jesucristo estos oráculos a todos los Cristianos? ¿Hemos creído hasta aquí, o creemos ahora que hablan con todos estos oráculos de Jesucristo?
(…) Estas fueron las máximas de los Santos: nunca tuvieron otras: ¿corresponde nuestra conduela a estas máximas? Al considerar la de los Santos, y la nuestra, ¿se dirá que profesamos una misma Religión? ¿Pero podremos acaso esperar la misma recompensa?
No permitáis, Señor, que algún día me condenen estas mismas reflexiones que vos me inspiráis para convertirme. Vuestras máximas son santas, y verdaderas: yo os prometo no seguir jamás otras: ellas serán de aquí adelante la regla de mi conducta, como son el objeto de mi fe".
Fuente: "Año cristiano o ejercicios devotos para todos los días del año" por el P. Juan Croisset, Día 22, Tomo: Septiembre - [Negrillas son nuestras.] / Licencia Imagen: The Sermon on the Mount by Carl Heinrich Bloch. - CC0 Public Domain