"Después de haber visto en los dos ejercicios precedentes la conformidad unánime y universal de todos los santos, que han florecido en todos los siglos, en amar, alabar y honrar a la Virgen santísima; y el celo tan ardiente, tan solícito y tan constante de toda la Iglesia, desde su nacimiento, en inspirar a los fieles el amor, el culto y la más tierna confianza en la Madre de Dios; se nos preguntará sin duda, ¿Cómo es que en todos tiempos ha habido herejes, enemigos de María, habiéndose Dios dado a los hombres por medio de la Virgen, y dispensándoles por conducto de la misma los tesoros de sus gracias y de sus beneficios? ¿De dónde viene ese desenfreno, ese encarnizamiento contra la más tierna y más perfecta de todas las criaturas, contra la protectora más eficaz, contra la abogada más fiel, contra la Virgen más pura, contra la Soberana más generosa, contra la Madre más compasiva? ¿Bajo qué punto de vista y de que lado se la puede mirar, para que pueda haber contra ella ni la más leve sombra de aversión, ni aun de tibieza? No obstante, remontándonos hasta la primera herejía, y siguiendo desde el nacimiento de esta hidra infernal hasta los últimos tiempos, ¡qué número de enemigos de la Virgen no encontraremos! Unos han negado que fuese Madre de Dios; otros que hubiese sido siempre Virgen; unos han atacado su culto; otros han destrozado sus imágenes; otros han gritado contra las prácticas establecidas por los fieles, y aprobadas por el unánime consentimiento de la Iglesia universal. En fin, los hay que no se han avergonzado de publicar infames escritos contra ella, causando horror hasta al mismo infierno (si el infierno es capaz de mirar el mal con horror) las horribles blasfemias, que un Lutero y un Calvino han vomitado contra la Madre de Dios. ¡Con qué impiedad no ha sido tratada por todos los sectarios y por los malos cristianos de todos tiempos! Unos han condenado los magníficos elogios que todos los Padres le han dado; otros han reprobado ese inmenso número de templos levantados en honra suya, así como la multitud de fiestas propias a alimentar la piedad de sus hijos, y a mantener la devoción que le es debida.
De todas las fiestas que se celebran en honor de María, decía el impío Lutero, ninguna hay que me cause tanto horror como la de su Concepción inmaculada. ¡Con qué furor no se desencadenó su lengua contra las más piadosas congregaciones erigidas bajo los auspicios de la Virgen! No ha habido una sola devoción a la Madre de Dios que no haya sido tratada de superstición: el rosario, el escapulario, las letanías, el cordón, las rogativas, las congregaciones, los votos, las romerías, todo ha sido objeto de la crítica mordaz y de la burla desenfrenada; y esta impiedad ha pasado hasta nuestro siglo.
¿De dónde viene este frenético furor de la herejía y de la impiedad contra la Virgen santísima? Inimicitias ponam inter te, et mulierem. He aquí la causa de ese brutal desenfreno de todos los enemigos de María. «Yo pondré una enemistad entre ti y la mujer, la cual aplastará tu cabeza»: dijo Dios a la serpiente después de la caída del primer hombre; y este es el origen del odio implacable que la herejía tiene a la Madre de Dios. La Virgen ha aplastado la cabeza de la antigua serpiente, no solamente porque ha sido exenta del pecado original, raíz funesta de todos los demás pecados, sino también porque ha concebido en su seno y ha dado a luz al Redentor del mundo, que ha desarmado a todo el infierno y arruinado su imperio: ipsa conteret caput tuum. La Virgen ha aplastado su cabeza: y por esto no debemos asombrarnos de que el demonio y todas las serpientes infernales vomiten contra ella su veneno, y le tengan un odio implacable. Ellos continuarán haciendo guerra a María, y se esforzarán en declamar contra el culto que por tantos títulos le es debido; ellos harán siempre cuanto esté de su parte (hablo del demonio, de los herejes, de los impíos, de los libertinos) para. ofuscar el brillo de las grandezas de la Virgen, para privarla de las ilustres prerrogativas de su dignidad, para disputarle los más honoríficos privilegios que ha recibido de Dios; ellos pondrán en obra todas las tramas que les sugiera su malicia infernal, para cerrar las puertas de este asilo consolador a los desgraciados pecadores que recurren a esta buena y tierna Madre con la más viva confianza; en fin, nada omitirán para entibiar, y aún para desterrar, si fuese posible, del corazón de los fieles cristianos el motivo más poderoso y más bien fundado de su única esperanza en medio de las miserias que los afligen en este valle de lágrimas.
Más los esfuerzos del infierno serán siempre impotentes: la serpiente infernal producirá en todos los siglos nuevos insectos, que andarán arrastrando por la tierra, y no podrán hacer sino vanas tentativas para morder su calcañal: et tu insidiaberis calcaneo ejus. A esto solo podrán reducirse los malignos esfuerzos de la herejía y los de sus infelices partidarios. María aniquilará en todos tiempos las obras de los hijos del demonio, después que ha aplastado la cabeza del padre de la mentira. No ha habido un solo enemigo de Jesucristo que no se haya declarado asimismo contra su santa y divina Madre; pero ¡vanos ataques! ¡inútil empeño! El hombre, que no es más que debilidad ¿puede por ventura combatir contra la casa del Dios vivo, fundada sobre la piedra firme? No, todos esos ataques y esfuerzos no servirán sino para realzar el brillo de los triunfos, y la grandeza de las victorias de María. ¿Qué tiene de extraño que los enemigos del Hijo se hayan constituido enemigos de la Madre? Qui me odit, matrem meam odit, se les podría decir. Pero Vos sois, o Madre santísima, Vos sois y habéis sido la roca, contra la cual se han estrellado todos los errores; y Vos lo seréis siempre. Vos sola habéis triunfado de todas las herejías: apenas se ha levantado una en el mundo cristiano que no os haya atacado; y no hay una sola que no haya sido confundida por Vos: cunctas haereses sola interemisti in universo mundo, reconoce toda la Iglesia con san Agustín: «la victoria que habéis alcanzado, y que alcanzaréis en todos tiempos sobre todos vuestros enemigos, completará vuestro triunfo». Las empresas infernales que se han intentado contra la Madre de Dios, los sofismas y los artificios del error, de la impiedad y del libertinaje para abolir su culto, todo ha sido inútil y vano: el culto de María subsiste, y subsistirá siempre; y la devoción a esta buena y tierna Madre ha sido y será cada día más fervoroso y más universal. ¡Desgraciados de nosotros si no experimentásemos las emociones de esta devoción! ¡Desgraciados si nos desprendiésemos de esta ancora de salud! ¡Desgraciados si nos llegase a faltar esta escala de los pecadores, como la llama san Bernardo! En este caso nuestra perdición seria irremediable. Pero lejos de nosotros semejantes temores; lejos de nuestro corazón la más mínima disminución de amor y de confianza en esta Virgen incomparable. Nosotros somos sus siervos, somos sus hijos; y escrito está que las puertas del infierno no prevalecerán ni contra María, ni contra el celo de los verdaderos cristianos; tales seremos nosotros si somos verdaderos devotos de María."
Fuente: "Anuario de María, o, El Verdadero siervo de la Virgen Santísima", Tomo 1, Menghi d'Arville, 1841 - [Negrillas son nuestras.]