Jesús, y sus Discípulos aborrecidos del mundo - La Fe Cristiana

Jesús, y sus Discípulos aborrecidos del mundo



"Habiendo declarado a sus Discípulos cuanto deben amarse unos a otros, y amar a todo el mundo, dado que todos los hombres son hermanos, y tienen el mismo Padre; les enseña Jesucristo, que aunque deben amar a todo el mundo, no lo han de hacer con la esperanza de verse amados de él, antes por lo contrario, serán aborrecidos de toda la tierra; y en los versículos siguientes se dedica a explicarles muy por menor esta verdad.

"Si el mundo os aborrece, sabed que antes me aborreció a mi" (Jn 15,19). No podemos cansarnos de admirar la bondad de nuestro Salvador, porque nada hay tan sensible a un corazón sincero, ni en la naturaleza cabe cosa más triste, que el verse aborrecido; y así necesitamos precavernos de un mal que es tan duro en sí, y que causa tan extraños efectos. Pero para los Apóstoles serviría sin duda de particularísimo consuelo ver que les era común con Jesucristo la aversión que les tendría todo el género humano. Si el mundo, dice, os aborrece, primero me aborreció a mí (Jn, 15,18). La causa del citado odio es la siguiente: el que obra mal, huye de la luz: el mundo me aborrece, porque le descubro sus malas obras; y los Apóstoles asociados a la predicación del Salvador, debían incurrir también en el odio del mundo, cuyos vicios, e ignorancias reprehendían.

"Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo que es suyo" (Jn 15,19). No quiere decir que se aman los hombres del mundo unos a otros; lo contrario acontece, pues todo el mundo está lleno de odios, y envidias, sino que los deleites, e intereses del mundo hacen agradables enlaces, y correspondencias, y los Discípulos de Jesucristo nada tienen que agrade al mundo. El mundo quiere aduladores, y en él se vive a fuerza de mutuas complacencias, y de recíprocos aplausos; ¿pues dé qué sirve allí un Cristiano? Es enteramente inútil, puesto que no toma parte en nuestros deleites, y negocios, que son un puro engaño. Acabemos con él, dicen los impíos en el libro de la Sabiduría, porque es inútil (Sb. 2,12. 15. 16. 20); y pues su inocente, y sencilla vida desacredita, y censura a la nuestra, es preciso matarle, porque solo sirve para perturbar nuestra alegría. ¡Ah Cristianos, inocente rebaño, ve ahí lo que os hace odiosos al mundo! Como no sabéis haceros temibles, ni volver agravio por agravio, pronto os veréis oprimidos; y por más pacíficos que seáis, no dejarán de tacharos con la nota de amotinadores del Pueblo, por cuyo sosiego levantáis incesantemente al Cielo las manos, y os calificarán de enemigos públicos.

"Porque os elegí del mundo, os aborrece el mundo"(Jn 15,19): a causa de esta separación os tiene por raza diferente de los demás; y creyendo que queréis distinguiros, os persiguen de muerte.

"No es mayor el siervo que su Señor" (Jn 15,19). Gran consuelo para un Cristiano, un Pastor, y un Predicador: si no le creen, si le desprecian, si le despedazan, si le crucifican, pues hicieron otro tanto con Jesucristo; esto es como resultas del misterio de la cruz, y con semejantes contradicciones se extendió la obra de la Redención, dado que venciéndolas penetra la palabra del Evangelio donde debe penetrar; atraen los buenos ejemplos de los Cristianos a los que deben atraer; y en la resistencia de los hombres se da a conocer la mano de Dios.

Hay un linaje de mundo en la Iglesia, y entre nosotros se hallan extranjeros, a quienes desagradaremos si vivimos cristianamente. Más peligroso es este mundo, que lo fuera un mundo declaradamente infiel; y si no escuchad a S. Pablo: Hay peligros dentro, y fuera, y de parte de los falsos hermanos. Demás se ha separado de mí, dice el mismo Apóstol, amando al siglo: todo el mundo me ha abandonado: Dios les perdone (2 Co 2). El desprecio que se hace de un hombre que no piensa más que en el negocio del Cielo, diciendo que no es para nada, es una especie de persecución. Haced, Señor, que desempeñe yo bien vuestros negocios; en esto emplearé toda mi capacidad; y si me notan, me desprecian, me contradicen, y me acusan, porque no conocen al Hijo, ni al Padre, lo sufriré en el nombre de mi Salvador."

Fuente: "Meditaciones sobre el Evangelio", Ob. Jacobo Benigno Bossuet, Tomo Segundo, 1775, Dia 114 - [Negrillas son nuestras.]

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