"Jesucristo redarguirá al mundo del juicio, porque el Príncipe de este mundo está ya juzgado (Jn 12,31). Poco antes había dicho: Ahora es cuando será juzgado el mundo: ahora es cuando el Príncipe de este mundo va a ser echado de él. ¿Cómo juzga Jesucristo al mundo en el tiempo de su Pasión? Se hace Juez suyo, dejándose juzgar, y manifestando con el juicio inicuo que dio el mundo contra Jesucristo, que son nulos todos sus juicios.
El Espíritu Santo con su venida confirma este juicio contra el mundo. ¿Qué .efectos produjo el juicio del mundo sobre Jesucristo? Nada más que una, demostración de su iniquidad. La doctrina de Jesucristo, que se creía sepultada con su muerte, se extiende mas que antes: el Cielo se declara en su favor; y a falta de los Judíos, salen a recibirla, y a componer el nuevo Pueblo los Gentiles. Ve ahí la obra del Espíritu Santo, que descendiendo en forma de lenguas, denota la eficacia de la Predicación Apostólica. La oyen todas las Naciones, y todas las lenguas se convierten en una para dar a entender que a todas ha de reunir el Evangelio; y de este modo fue juzgado al Príncipe de este mundo, y todos los Pueblos que consintieron en su condenación. Juzguemos al mundo, y condenémosle; pues la autoridad que se abroga de tiranizarnos con sus máximas, y costumbres, ha dado motivo para condenar a la misma verdad en la persona de Jesucristo.
Mundo, mundo, yo te aborrezco, pues te ha convencido de falsedad el Espíritu Santo. No sigamos, ni creamos al mundo; puesto que a todos visos es tan mala su causa: Hijos míos, no améis al mundo, ni cosa alguna de las que hay en el mundo: el mundo no. es otra cosa que concupiscencia de la carne, sensualidad, y deleites corporales, o concupiscencia de los ojos, curiosidad, y avaricia, y orgullo de la vista, y todo ello (dicha concupiscencia) no procede, de Dios, sino del mundo,y el mundo pasa con sus deseos, y solo Dios es el que permanece (Jn 2, 15 . 17).
Con que por eso fue juzgado el mundo; y todas sus máximas las condena el Espíritu Santo con la vida que inspira a los Fieles. No queda rastro de avaricia en quien pone todos sus bienes a los pies de los Apóstoles: no hay división, ni discordia entre los que no tienen sino un corazón, y una alma: no se encuentran deleites, sensuales en los que reciben azotes con alegría por amor a Jesucristo: ni prevalece el orgullo donde están todos sujetos a los conductores de la Iglesia, haciéndolos dueños de sus deseos, de sus almas, y sus riquezas. Empecemos, pues, esta vida cristiana,y apostólica, y dejémonos convencer por el Espíritu Santo."
Fuente: "Meditaciones sobre el Evangelio", Ob. Jacobo Benigno Bossuet, Tomo Segundo, 1775, Dia 121 - [Negrillas son nuestras.]