Sobre la devoción del Santo Rosario - La Fe Cristiana

Sobre la devoción del Santo Rosario



"Punto Primero. Considera que la devoción del Rosario se instituyó singularmente para reconocer la dignidad de Madre de Dios, y la clase superior a todas las criaturas que ocupa la santísima Virgen, por aquellas mismas palabras coa que se anunció la primera vez la divina maternidad, y con que fue saludada por el Ángel como llena de gracia. Acordámosla en el Rosario este singularísimo favor, esta eminente prerrogativa, y la damos los parabienes por ella. Redúcese en él toda nuestra oración a dar un solemne testimonia de nuestra fe, de la parte que nos toca en su elevación y en su dicha, y de la confianza que tenemos en su poderosa bondad. Hacemos pública profesión de reconocer con toda la Iglesia a la santísima Virgen por verdadera Madre de Dios, y en virtud de este augusto título por soberana Señora de todo el universo, Reina de los Ángeles y de los hombres, Mediadora entre los hombres y Jesucristo, nuestro supremo Mediador entre nosotros y su eterno Padre, refugio seguro de todos los pecadores, asilo inviolable de todos los infelices, consuelo de todos los afligidos, madre de los predestinados, madre de misericordia y de gracia. Si en una misma oración repetimos tantas veces una profesión tan solemne, es, o Virgen santa, para manifestaros nuestro gozo por todas vuestras eminentes y singulares prerrogativas, y por todas vuestras grandezas. Consideremos ahora cuánto valdrá delante de los ojos de Dios una oración de tanto interés, y tan grata a la santísima Virgen. Comprendamos la excelencia del santo Rosario la importancia y las grandes utilidades de esta incomparable devoción. Ella encierra en sí todo to que puede ceder en mayor honra de la Madre de Dios, y en mayor provecho de los fieles. No hay cofradía más santa, más religiosa, más importante para la salvación que la cofradía del Rosario. Por eso no debe causar admiración que tantos hombres grandes, tantos grandes Santos hayan sido tan celosos en promover esta devoción; que la hayan predicado, publicado y aplaudido como seguro medio para conseguir de Dios, por intercesión de la santísima Virgen, las mayores gracias y los mas señalados favores. Por medio de esta devoción se desarma el infierno, se ponen en precipitada fuga los enemigos dela salvación, se burlan sus esfuerzos, y se descomponen lodos sus artificios. En virtud de todo esto reconoce la Iglesia, que debe a esta devoción la célebre victoria contra los turcos, y que con mucha razón se llama Nuestra Señora de la Victoria a Nuestra Señora del Rosario. Con estas armas se triunfa de toda la malignidad de los enemigos de la salvación, siendo el Rosario como el broquel que recibe todos sus golpes. ¡Infelices aquellos que desprecian un socorro tan poderoso, y una fuente de bienes tan copiosa!

Punto Segundo. Considera que mientras estamos en esta vida continuamente tenemos necesidad de la intercesión de la santísima Virgen. Hallándonos combatidos de mil tentaciones, cercados portadas partes de enemigos, caminando siempre por precipicios en medio de una noche tenebrosa, rodeados de lazos y en terreno tan resbaladizo, ¿qué modo habrá paca sufrir tantos asaltos, para evitar tantas emboscadas, para resistir a tan terribles enemigos que a las fuerzas añaden el artificio, y que en todo son tan superiores a nosotros? ¿Cómo podríamos escapar de tantos peligros sin el auxilio de tan poderosa protectora? Y siendo así, nunca sobrarán nuestras diligencias para reclamarte. Y ¿quién podrá dejar, sin un descuido culpable, de recurrir a este asilo, sobre todo en la hora de la muerte, en aquel tiempo mas crítico en que nuestros enemigos redoblan sus esfuerzos y sus estratagemas, y en aquel momento decisivo de nuestra eternidad? En aquella hora terrible en que todo lo debemos temer de nuestra flaqueza, y pasada la cual nada hay que esperar de la divina misericordia. ¡Ah, que en aquel abandono general de todas las criaturas, Vos sola, o Virgen Madre de Dios, seréis mi refugio, mi esperanza y mi único recurso! ¡Qué consuelo será para todos los que están alistados en esta santa cofradía el saber que en aquel momento crítico y decisivo de nuestra suerte, tantos millares de devotos de la santísima Virgen están implorando por nosotros su asistencia, reclaman tantas veces su protección, y solicitan con tanto fervor su misericordia! Ni solo en la hora de la muerte logran los cofrades del Rosario estos oficios de caridad, disfrútanlos también en todos los trabajos, aflicciones y adversidades de la vida. No es el menor de los privilegios y utilidades de esta santa cofradía la unión, comunión y participación de las oraciones y buenas obras de los cofrades. Es prodigioso el número de los fieles y devotos siervos de María que cumplen con tanta puntualidad como fervor con esta religiosa devoción, rezando todos los días el Rosario de la Virgen. Gran consuelo para los que están alistados en esta cofradía el tener parte en todas las oraciones de sus cofrades: saber que todos los días, todas las horas y todos los momentos está un gran número de fervorosos siervos de María suplicándola afectuosamente que nos asista ahora y en la hora de nuestra muerte: Nunc et in hora mortis nostrae. Aun cuando nosotros no merezcamos ser oídos, ¿cómo puede negarse aquella madre de misericordia a oír los clamores de tanta piadosa muchedumbre? Si diez justos eran bastantes para desarmar la ira de Dios tan justamente irritada contra cinco populosas ciudades, ¿por qué no podremos esperar que la santísima Virgen oiga las oraciones que tantas almas santas le ofrecen cada día por nosotros miserables pecadores? ¡O buen Dios, y cuánto perdemos en no alistarnos en tan provechosa cofradía!

Reconozco, Virgen santa, mi sequedad y mi culpable indolencia en no haberme dado priesa hasta ahora para entrar en un comercio tan ventajoso de oraciones y de buenas obras con todos aquellos que tan particularmente están dedicados a vuestro servicio; o si habiendo tenido la dicha de entrar en este santo comercio, he sido negligente en cumplir con tan justa obligación, pagándoos cada día el debido tributo de alabanza y de oraciones. No me neguéis, Señora, aquella protección que franqueáis a los que son fieles en vuestro servicio. A la verdad no me atrevo yo a honrarme con este título; pero deseoso de merecerle, no dejaré de oponerme a los mayores esfuerzos de mis enemigos, confiando siempre en vuestra benéfica bondad y maternal misericordia."

Fuente: "Año cristiano o ejercicios devotos para todos los días del año" por el P. Jean Croisset, S.J., Día 7, Tomo: Octubre - [Negrillas son nuestras.]

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