Fundemos en Cristo nuestra fe - La Fe Cristiana

Fundemos en Cristo nuestra fe



"Jesús dijo a sus discípulos:
"No son los que me dicen: 'Señor, Señor', los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo.
Muchos me dirán en aquel día: 'Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios e hicimos muchos milagros en tu Nombre?'.
Entonces yo les manifestaré: 'Jamás los conocí; apártense de mí, ustedes, los que hacen el mal'.
Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca.
Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca.
Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena.
Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: esta se derrumbó, y su ruina fue grande".
Cuando Jesús terminó de decir estas palabras, la multitud estaba asombrada de su enseñanza,
porque él les enseñaba como quien tiene autoridad y no como sus escribas." (San Mateo 7,21-29)

"Sí, pues, somos árboles sanos, es decir, hombres justos, piadosos, fieles, misericordiosos, demos frutos de santidad y justicia, ya que si fuéramos árboles dañados, esto es, hombres impíos, dolosos, codiciosos y pecadores seríamos talados, se entiende, por la divina espada de dos filos en el día del juicio, y arrojados al fuego eterno. Allá se hará el discernimiento del bien y el mal, como habéis oído en la presente lectura: El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca.

Por eso, nuestro Señor que nos quiere inconmovibles hasta el fin y salvos para siempre, no a través del ocio sino a través de la fatiga, después de todas las bienaventuranzas y de los innumerables preceptos, concluyó su discurso con esta parábola, para enseñarnos que será salvo, quien perseverare hasta el fin.

En la casa edificada sobre roca, que ninguna adversa tempestad consiguió abatir, quiso significar nuestra firme fe en Cristo, que ninguna tentación diabólica es capaz de conmover. Sólo luchando contra el diablo con armas espirituales, mereceremos —vencido el enemigo— recibir la corona. La casa es, pues, la santa Iglesia —o nuestra fe—, cimentada sobre el nombre de Cristo, como el mismo Señor dijo al bienaventurado apóstol Pedro: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.

Por tanto, mientras nos está permitido edificar, cimentemos en Cristo nuestra fe y enriquezcámonos interiormente con obras santas, para que, cuando llegue la tempestad –que es el enemigo solapado–, más que destruirnos, sufra él una derrota. Y ahora mismo el enemigo está entre nosotros, se oculta en lo íntimo del corazón, como dice el Apóstol: Vuestro enemigo, el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quien devorar. Por lo cual, amados míos, quien en la prosperidad hubiere edificado sabia y sólidamente, en la adversidad es hallado no sólo más fuerte sino también más digno de alabanza, porque, una vez aquilatado, recibirá la corona de la vida, que el Señor ha prometido a los que lo aman.

Por lo tanto, amadísimos, vigilemos, actuemos denodadamente, trabajemos para que, con la ayuda de Cristo, superemos lo adverso y consigamos la prosperidad eterna."

Fuente: Epifanio el Latino, Comentario a los evangelios (Homilía 21) - [Negrillas son nuestras.] / Imagen: Ruali - Pixabay.com / Licencia: CC0 Public Domain

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