San Pedro Crisólogo, Padre de la Iglesia, y Doctor de la Iglesia, fue Obispo de Ravenna (Italia), en unos de sus sermones, se refiere a la oración dominical, el Padre Nuestro, nos enseña lo siguiente: "Hermanos queridísimos, habéis oído el objeto de la fe; escuchad ahora la oración dominical. Cristo nos enseñó a rezar brevemente, porque desea concedernos enseguida lo que pedimos. ¿Qué no dará a quien le ruega, si se nos ha dado Él mismo sin ser pedido? ¿Cómo vacilará en responder, si se ha adelantado a nuestros deseos al enseñarnos esta plegaria?
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Sienta el corazón que Dios es Padre, lo confiese la lengua, proclámelo el espíritu y todo nuestro ser responda a la gracia sin ningún temor, porque quien se ha mudado de Juez en Padre desea ser amado y no temido.
Padre nuestro, que estás en los cielos. Cuando digas esto no pienses que Dios no se encuentra en la tierra ni en algún lugar determinado; medita más bien que eres de estirpe celeste, que tienes un Padre en el cielo y, viviendo santamente, correspondes a un Padre tan santo. Demuestra que eres hijo de Dios, que no se mancha de vicios humanos, sino que resplandece con las virtudes divinas.
Sea santificado tu nombre. Si somos de tal estirpe, llevamos también su nombre. Por tanto, este nombre que en sí mismo y por sí mismo ya es santo, debe ser santificado en nosotros. El nombre de Dios es honrado o blasfemado según sean nuestras acciones, pues escribe el Apóstol: es blasfemado el nombre de Dios por vuestra causa entre las naciones (Rm 2, 24).
Venganos tu reino. ¿Es que acaso no reina? Aquí pedimos que, reinando siempre de su parte, reine en nosotros de modo que podamos reinar en Él. Hasta ahora ha imperado el diablo, el pecado, la muerte, y la mortalidad fue esclava durante largo tiempo. Pidamos, pues, que reinando Dios, perezca el demonio, desaparezca el pecado, muera la muerte, sea hecha prisionera la cautividad, y nosotros podamos reinar libres en la vida eterna.
Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. Éste es el reinado de Dios: cuando en el cielo y en la tierra impere la Voluntad divina, cuando sólo el Señor esté en todos los hombres, entonces Dios vive, Dios obra, Dios reina, Dios es todo, para que, como dice el Apóstol, Dios sea todo en todas las cosas (1 Co 15, 28).
El pan nuestro de cada día, dánosle hoy. Quien se dio a nosotros como Padre, quien nos adoptó por hijos, quien nos hizo herederos, quien nos transmitió su nombre, su dignidad y su reino, nos manda pedir el alimento cotidiano. ¿Qué busca la humana pobreza en el Reino de Dios, entre los dones divinos? Un padre tan bueno, tan piadoso, tan generoso, ¿no dará el pan a los hijos si no se lo pedimos? Si así fuera, ¿por qué dice: no os preocupéis por la comida, la bebida o el vestido? Manda pedir lo que no nos debe preocupar, porque como Padre celestial quiere que sus hijos celestiales busquen el Pan del Cielo. Yo soy el pan vivo, que ha bajado del cielo (Jn 6, 41). Él es el pan nacido de la Virgen, fermentado en la carne, confeccionado en la pasión y puesto en los altares para suministrar cada día a los fieles el alimento celestial.
Y perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Si tú, hombre, no puedes vivir sin pecado y por eso buscas el perdón, perdona tú siempre; perdona en la medida y cuantas veces quieras ser perdonado. Ya que deseas serlo totalmente, perdona todo y piensa que, perdonando a los demás, a ti mismo te perdonas.
Y no nos dejes caer en la tentación. En el mundo la vida misma es una prueba, pues asegura el Señor: es una tentación la vida del hombre (Job 7,1). Pidamos, pues, que no nos abandone a nuestro arbitrio, sino que en todo momento nos guie con piedad paterna y nos confirme en el sendero de la vida con moderación celestial.
Más líbranos del mal. ¿De qué mal? Del diablo, de quien procede todo mal. Pidamos que nos guarde del mal, porque si no, no podremos gozar del bien.
Fuente: San Pedro Crisólogo - La oración dominical (Sermón 67) - [Negrillas son nuestras.] Video: caparrav / Imagen: The Sermon on the Mount by Carl Heinrich Bloch.