"Considera con que bondad, con que liberalidad, y con qué magnificencia puso Dios en nuestras manos sus propios bienes. No solamente los Cielos publican su beneficencia con nosotros; la tierra, el mar, todo el Universo, y todas las criaturas destinadas para beneficio del hombre, nos anuncian sus misericordias; ninguna hay que no nos sirva de medio para caminar a nuestro último fin, si sabemos usar de ella; pero no solamente hemos recibido de su liberalidad los bienes naturales, sino los sobrenaturales, mucho más preciosos, y en mucho mayor número Sacramentos de la Iglesia, manantial fecundo de bienes espirituales, tesoro inmenso de las misericordias de nuestro gran Dios.
Gracias poderosas, dones sobrenaturales, fruto precioso de nuestra redención, sacrificio permanente del Cordero inmaculado, víctima de precioso infinito, exceso de bondad y de amor del Redentor. Auxilios diarios continuos, medios eficaces de la salvación, dones superabundantes, liberalidades sin medida del Salvador del mundo. El mismo Jesucristo en medio de nosotros, su Cuerpo, su preciosa Sangre convertida en alimento nuestro; estos son los bienes que pone Dios en nuestras manos; y todavía hay pobres, poseyendo tales bienes. (...) Estas gracias de que se hace tan poco caso, esas luces sobrenaturales, esas saludables inspiraciones, que se ahogan, que se sufocan casi sin remordimiento, son precio de su Sangre: no hay Santo que no hubiese enriquecido con el menor de estos bienes, ninguno que se hubiese muerto colmado de merecimientos; ¿pero nosotros qué frutos hemos sacado de ellos?
Una sola Misa, una Comunión, una sola Confesión sacramental tiene virtud eficaz para santificar los más grandes pecadores; pero doscientas Comuniones, otras tantas, y aun muchas más Confesiones, el sacrificio del Cordero que quita los pecados del mundo, no nos han borrado ni una sola culpa; con remedios tan eficaces se enferma, se desfallece, y se pierde la vida del alma.
Con tantas fuentes de gracias, con tan ricos tesoros se vive en una suma pobreza. Comprehendemos, si es posible, un ministerio de iniquidad tan incomprensible. Con medios poderosos, y tan eficaces para ser Santos, cada día somos más imperfectos, desaparece la devoción, va por tierra la observancia, bastardea la disciplina, y se apaga la fe. ¡Pudiera un Cristiano ser menos fervoroso, se pudiera vivir con mayor disolución si nos faltaran todos estos medios! (...)
Considera bien lo mucho que se pierde usando mal de estos auxilios, y de tantos otros como nos ofrece la Iglesia, Devociones a los Santos, ejercicios de religión a cual más piadosos, ayunos, abstinencias saludables, tesoro de indulgencias en que se encuentran inmenso caudal para satisfacer a la divina justicia, y otras piadosas industrias, y todas muy oportunas para facilitarnos el camino del Cielo.
¡Mi Dios, y cuanto perdemos por nuestra culpable ignorancia, por pura indolencia nuestra, y por una perniciosísima pereza! No hay cosa más abundante en auxilios, ni más fecunda en merecimientos que nuestra santa religión; toda esta llena de medios, pero nosotros no sabemos aprovecharnos de ellos; no hay día en la vida ni hora en el día en que no se nos presenten ocasiones de merecer.
Las miseria de otros nos ofrecen sin cesar tesoros inestimables, si los queremos beneficiar, ¡que obras de misericordia no podemos hacer! y no es necesario que sean precisamente limosnas las que hayan de enriquecernos; una palabra de consuelo a los afligidos, una vista en los Hospitales a los enfermos, o en los calabozos a los encarcelados, todos es de gran mérito cuando se hace con verdadero espíritu de caridad. La misma buena voluntad de hacer bien a los menesterosos, es largamente recompensada por el Padre de las misericordias.
Pero sin salir de nuestro propio terreno, ¡qué fondo de méritos no tenemos en él! ¡Cuántos pequeños sacrificios podemos hacer en la vida! ¡Cuántas victorias conseguir al cabo del día! Un corto gusto de que no se priva por amor al Señor, una vista curiosa, una diversión, una palabrita de chiste, sacrificado todo a Dios, pueden ser perennes manantiales de gracia siempre que el sacrificio se haga por motivo sobrenatural. Nuestras mismas pasiones nos presentan continuas ocasiones de conseguir importantísimas victorias; la mortificación de los sentidos es también una gran renta para el Cielo; nuestra pobreza, nuestras enfermedades, y hasta nuestros mismos defectos los podemos aprovechar en orden a la otra vida.
No hay estado, no hay tiempo oportuno, no hay edad que no sea muy propia para ser Santos, con asistencia de la Divina Gracia que a nadie falta jamás. Si no somos Santos, ¿qué excusa tendremos? (...)
Solo se hace juicio de las cosas por los sentidos, u a lo menos por una razón puramente natural. ¿Con qué ojos miramos todos estos medios? Parece que el espíritu de la fe, y de la religión está entredicho a la mayor parte de los fieles; se vive casi sin reflexión.
(...)
La Iglesia te ofrece mil medios; no hay que despreciar alguno, porque todos pueden conducir para tu salvación. Asiste siempre a sus sagradas ceremonias con aquel espíritu de religión, que inspira devoción y respeto. Jamás las hagas por bien parecer, o por mera costumbre. Aprecia mucho los más mínimos actos de religión y de piedad que usa la Iglesia. Se desaprueban ciertas devociones, se critiquizan ciertos piadosos ejercicios, se trata de simplicidad, y de superstición todo lo que ata un poco al amor propio. Imponte una ley de respetar todo lo que se estila en la Iglesia, ceremonias, estaciones, procesiones, usos piadosos, ejercicios santos. Desde que se comenzó a sutilizar tanto, y a critiquizarlos todo, se nota que la religión se ha debilitado en la mayor parte de los fieles, y que en muchos se apagó enteramente la fe. Imita a los Santos, pues nada vas a arriesgar en con conformarte con sus ejemplos.
¡Ah Señor, y como he usado yo hasta ahora de todos estos bienes! ¡Cuánto he perdido en haberlos malogrado! Conozco mis descaminos, confieso mi culpa, y detesto mi brutalidad; no permitáis que sean sin fruto estas luces y estos movimientos que me comunicáis. Os prometo, Señor, con el auxilio de vuestra Divina Gracia, que aprovechare para el Cielo todos los medios que en adelante me proporcionareis."
Fuente: "Año cristiano o ejercicios devotos para todos los días del año" por el P. Juan Croisset, Día 5, Tomo: Julio, 1804. - [Negrillas son nuestras.] / Imagen: jclk8888 - Pixabay.com / Licencia: CC0 Public Domain