"La salvación es difícil, pero no es imposible; porque es difícil, es menester esforzarse; pero como no es imposible, no hay que desesperarse. Aunque hay poderosos obstáculos que vencer, hay más poderosos medios para ayudarme. Dios me manda, que cuide de mi salvación, sería injusto, si no me diese los medios para conseguirla; y más injusto, si me castigase, por no haberlo cumplido.
(...)
Es verdad, que hay enemigos poderosos, y muy dignos de temerse, que nos disputan la victoria; pero tenemos más poderosos protectores, que nos la prometen y la aseguran. (...) Es muy difícil, contentar a Dios, cumplir con su obligación, y salvarse; es verdad; pero no es menos difícil, contentar al mundo, satisfacer sus pasiones, y condenarse. (...) ¿Es acaso pretender sobrado, el pedir, que hagas, tanto por Dios, como has hecho por el mundo? ¿Que hagas tanto para salvarte, como has hecho para perderte? Si hicieras tanto por Dios, como has hecho por el mundo, fueras un Santo.
Pero después de todo, cuando la salvación fuese más difícil en sí misma, la gracia, que Dios te ofrece, el precio de su sangre, que te aplica en los Sacramentos, el ejemplo de un Hombre Dios, que se te propone, con una pena eterna, con que se te amenaza, si no solicitas tu salvación, y una bienaventuranza eterna, que se te promete, si la procuras, te dan muy esforzados motivos, y muy poderosos medios para vencer estas dificultades, y triunfar de todos estos enemigos. Motivos menos poderosos te hacen vencer cada día mayores dificultades, como cuando se trata de asegurar tu fortuna, o contentar tus pasiones. ¿Con que sólo cuando se trata de tu salvación, es cuando las más mínimas dificultades, y las más débiles sombras te es espantan, y te hacen tímido, y cobarde?".
Fuente: "Pensamientos o Reflexiones Cristianas, para todos los días del año", Padre Francisco Nepueu, Tomo III, Julio, Día III - [Negrillas son nuestras.] / Imagen: jclk8888 - Pixabay.com / Licencia: CC0 Public Domain