"Considera, que la verdadera generosidad con Dios consiste en no negarle cosa alguna. ¿Se le podrá nunca dar mucho aunque se le dé todo? ¿Y nos podrá pedir demasiado aunque nos pida todo lo que tenemos, y todo lo que somos, aquel Señor, de quien hemos recibido todo lo que somos, y todo lo que tenemos? ¿Hay alguno en el Cielo, ni en la tierra que pueda entrar en concurrencia con Dios; y este Dios se podrá contentar con partijas, ni con mitades? A un corazón apocado le parece mucho cuando da a Dios alguna cosa: pero un corazón generoso, haga lo que hiciere por Dios, todo le parece poco, y le parece bien. Respecto de Dios, toda reserva es como una especie de hurto. La verdadera generosidad pide que nada se le niegue, es decir, que se le sea fiel en todos tiempos, y en todas cosas. Este es el punto más importante de la vida espiritual, practicándole bien, sin poner límites, sin aflojar nunca, sin sufrir interrupción, ni vacío en los ejercicios de virtud, y en los progresos de la gracia. Aquel es verdaderamente generoso, que sin restricción, y sin levantar la mano hace todo lo bueno que puede, y lo mejor que le es posible. Más el que concede a su corazón la más mínima excepción en el servicio de Dios, ese ya decae de aquella noble generosidad.
¡Buen Dios!, y ¿cuántos cobardes hay entre los que se dedican a vuestro servicio? Cuántos perezosos se cuentan entre ellos. Contentase con no hacer cosa mala; ¿pero hacen todas las cosas buenas que pudieran? Cotejemos nuestra fidelidad, nuestro fervor, y nuestra generosidad con la de aquellos generosos siervos de Dios, que tanto arrebatan nuestra admiración. Estos son nuestros modelos: ¿nos parecemos mucho a ellos? (…). Nosotros profesamos la misma Religión y tenemos las mismas leyes; servimos al mismo dueño; ¿pero le servimos coa la misma fidelidad?
Considera que pocas almas hay verdaderamente generosas para con Dios, aun entre aquellas mismas que hacen profesión de estar dedicadas a su servicio. ¿Cuántas partijas hacen de su corazón y de sus efectos? ¿Aman a Dios con todo, su corazón, con toda su alma, y con todas sus fuerzas? Este es no obstante el primer mandamiento, la basa, y el cimiento de todas las virtudes cristianas. ¿Pero cuántas reservas hay en todos los sacrificios que se le hacen? El amor proprio siempre se levanta con la mejor porción, y por decirlo así, con toda la substancia. Bastardea el día de hoy la virtud de las personas más ajustadas. Son pocos los que andan sin pararse; pocos los que ponen mano al arado sin mirar atrás. ¿Hállanse por ventura en nuestros tiempos muchas de aquellas almas generosas, que no desistan, o a lo menos que no se paren al salir las al encuentro las menores dificultades? ¿Hállanse muchas de aquellas almas puras, que en todas sus obras solo busquen pura, y precisamente la mayor gloria de Dios? ¿Las que no tengan otro fin en los sagrados ministerios de su celo? ¿Atiéndese únicamente a la voz de Dios en nuestras empresas, en nuestros proyectos, y en nuestras ideas? ¿Es posible que en ellas nunca se da oídos á las voces de la carne, y sangre? ¿Extinguiéronse ya las pasiones en esos corazones que se dicen cristianos? ¿Están por lo menos domadas, humilladas, abatidas en esa alma que hace profesión de virtuosa? Consultemos esa tibieza, y ese cobarde temor que reina aun entre nuestros fervores; consultemos esos pusilánimes respetos humanos, que nos hacen tan tímidos en las ocasiones de declararnos por Dios; consultemos esa eterna aplicación a nuestras comodidades; esa delicadeza que llega ya a ser melindre, y nimiedad, esas amistades, esos apegos, esas inclinaciones, tanto más peligrosas en la vida espiritual, cuanto parecen menos groseras; consultemos en fin esas obligaciones, y esas menudencias de nuestro estado, en que tanto nos descuidamos; ó las cumplimos tan imperfecta, y tibiamente; y concluyamos de todas estas imperfecciones, y de todos estos defectos que verdaderamente somos unos cobardes.
¿Pero será posible, Señor, que todo este conocimiento, y toda esta triste confesión se ha de reducir a un inútil, y estéril arrepentimiento? No, Divino Maestro mío, ya no más infidelidad en vuestro servicio. Desde este mismo punto quiero comenzar a amaros con ternura, y a serviros con generosidad. Toda mi confianza la coloco en vuestra Infinita misericordia. Dadme gracia para que generosamente os sirva".
Fuente: "Año cristiano o ejercicios devotos para todos los días del año" por el P. Juan Croisset, Día 25, Tomo: Agosto - [Negrillas son nuestras.] / Licencia Imagen: Simon - CC0 Public domain