El Alma en el Divino Tribunal no tendrá otra compañía que sus obras - La Fe Cristiana

El Alma en el Divino Tribunal no tendrá otra compañía que sus obras



El alma en el divino tribunal no tendrá otra compañía que sus obras.
Este Tribunal terrible se levantará tal vez en el mismo aposento, junto a la misma cama en la cual expirará el miserable pecador moribundo, y en un instante su alma se encontrará ante el Juez divino. Pero ¿quién la acompañará? ... ¿Acaso irá con ella algún sagaz y hábil abogado a defender su causa? ¿Llevará consigo sus riquezas, sus títulos y dignidades para hacerse respetar por medio del oro y del poder?¿La seguirá algún amigo fiel, un pariente cariñoso, un protector influyente? ... ¡Ah! para ella se acabaron los medios humanos: en la otra vida, en aquel Tribunal nada valen la protección, las relaciones, las amistades, el parentesco, las dignidades y las riquezas. El alma sola y sin otro acompañamiento que las obras hechas durante su vida, sin otro séquito que el de su Ángel custodio como testigo y el del demonio como acusador será presentada al Juez Divino. Pero ¿quién es capaz de imaginar el horror que le causará aquella impresión? Verse ya fuera de este mundo tan amado, delante de un Dios airado, rodeada de demonios, el infierno abierto a sus pies, con la conciencia culpable que la remuerde y despedaza al recordarle sus innumerables y enormes pecados, sin remedio, sin alivio, sin la más remota esperanza ¡Oh Dios míol ¡Qué horror! ¿Qué hará? ¿Adónde irá la infeliz?... Así lo meditaba temblando san Agustin: Superius erit judex iratus, inferius horrendum chaos, a dextris peccata accusantia, a sinistris daemonia ad supplicium trahentia, intus conscientia urens; quo fugiet peccator sic deprehensus? ¿Adónde huirá cuando verá sobre de sí su soberano Juez indignado, debajo el infierno abierto para recibirle; a un lado los pecados que le acusan, al otro los demonios que se dan prisa a ejecutar la sentencia, y dentro de sí mismo la conciencia que le roe las entrañas?

¿Qué nos dice pues el mismo Dios de su juicio?
Que ira con la antorcha en la mano registrando a Jerusalén , esto es, al alma; Scrutabor Jerusalem in lucernis (Sophon. 1,12): es decir, que con su mirada penetrante descubrirá todas las manchas, las fealdades, los defectos aun los más ocultos, los cuales formarán parte del proceso. Nos dice que en aquel día terrible habremos de darle cuenta hasta de una sola palabra ociosa, inútil, proferida sin un fin recto: Dico autem vobis quoniam omne verbum otiosum, quod locuti fuerint homines, reddent rationem de eo in die judicii (Matth. 12,36). Que juzgará las mismas justicias descubriendo como dignas de castigo aquellas obras por las cuales el hombre esperaba recompensas: Ego justitias judicabo (Psalm 74,3). Así habla el mismo Dios: al sonido de estas tremendas amenazas ¿Quién no tiembla, quién no despierta, quién no resuelve?

Reconvenciones de Jesucristo al alma culpable.
Por mi parte, hermanos míos, me horrorizo y tiemblo al pensar lo que dirá al alma infeliz un Dios omnipotente, lleno de indignación, un Dios que con un solo acto de su voluntad sacó de la nada el universo. Ciertamente que ignoro lo que le dirá; pero me imagino que serán palabras terribles. Recuerdo que cuando Jesucristo salió al encuentro de Saulo enfurecido contra los cristianos, al pronunciar aquellas solas palabras: Saule .. Ego sum Jesus, quem tu persequeris  (“Saulo ... Yo soy Jesús a quien tú persigues")(Act. 9,5), le asombró de tal suerte con un rayo de su viva luz, que cayó sin sentido y quedó ciego hasta haber recibido el bautismo. ¿Cuánto más terribles efectos causara esta expresión salida de la boca del divino Juez contra el alma pecadora? Para aquel fue una voz de misericordia, para esta será voz de Justicia; allí con esta voz Jesucristo mudaba a Saulo de perseguidor en apóstol, aquí servirá para convertir una alma, que tenia la dignidad de hija de Dios, en un tizón del Infierno. iOh cuan tremenda será esta frase! Ego sum Jesus, quem tu persequeris: ¿Me conoces, alma ingrata y pérfida? Yo soy aquel Jesús a quien has vilipendiado con tantos ultrajes, deshonrado con tantos pecados, perseguido con tantos escándalos: aquel Jesús, cuya vida te avergonzaste de seguir, de cuyas máximas te burlaste, cuyos ministros denigraste, prefiriendo los ministros de Satanás, las máximas del mundo y la vida de la carne: aquel Jesús, cuyas gracias despreciaste, cuyos sacramentos profanaste cuya sangre preciosa menospreciaste, cuyo nombre sacrosanto públicamente y tantas veces blasfemaste. Porque yo callaba ¿pensaste que era un Dios insensible, imbécil, impotente como tú? ¡Malvado! entonces callé para dar lugar a la misericordia, ahora hablaré para vindicar mi justicia."

Fuente: "Tesoro de Oratoria Sagrada: Diccionario Apostólico" [Tomo 9], 1860 - [Negrillas son nuestras.]

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