"¿De qué os sirve, hombres inicuos, disimular ahora el fraude con la prudencia, la violencia con la falsa equidad, la usura con un fingido amor al prójimo, y buscar para la perpetración de vuestros crímenes los lugares mas recónditos y tenebrosos? ¿De qué aprovecha, digo, vuestro disimulo, si en aquel día de general inquisición, verán todos claramente, sin que vosotros se lo podáis impedir, las buenas obras que omitisteis, los malos pensamientos que tuvisteis, las maldades que cometisteis, en una palabra el número, las causas y circunstancias de todos vuestros pecados? Ostendam gentibus nuditatem tuam, et regnis ignominiam tuam. ¿No oís las quejas de aquella doncella seducida, de aquel cliente burlado, de aquel inocente atropellado y de tantas otras victimas de la rapacidad, de la impostura, del odio y de todas vuestras malas pasiones? .
¡Oh Dios, qué terrible espectáculo! ¿Visteis alguna vez llevar enjaulada de ciudad en ciudad una fiera alimaña, famosa por el espanto y la desolación que sembró en los campos y comarcas? Hombres y mujeres, niños y ancianos. todos se apiñan a su alrededor, y procuran pellizcarla, herirla y atormentarla de mil maneras, recordando indignados la consternación de los pastores, el destrozo de los rebaños y las devastaciones causadas por el feroz animal. Pues no de otra manera se agrupan al rededor del inicuo, llenos de furor, los ángeles y los demonios, los hombres buenos y los malos, todos a un tiempo. Mirad, mirad aquel hombre que despreciaba el auxilio de Dios, y ponía toda su confianza en su propio poder: ved ahora como anda cabizbajo y confuso. Hija mía. ¿ves aquella vieja? Si, es aquella mujer que me dieron por guardadora, y quiso convertirse en instrumento de mi deshonra. Criado, ¿conoces a aquel que fué tu amo? ¿SI lo conozco, dices? Bien a pesar mió le conozco, pues le serví muchísimos años, y me negó los salarios. Artesano, ¿sabes quién es aquel magnate? Ojalá no lo supiese. Trabajé por él día y noche, y me pagó con amenazas. Pupilos, menores, discípulos, ¿no veis allí bajo vuestros tutores y maestros? Demasiado los vemos, y pluguiera a Dios que nunca los hubiésemos visto. Ellos fueron causa de que no vistiéramos aquel hábito religioso, de que no frecuentáramos aquella Iglesia, de que no cultiváramos aquellos ejercicios piadosos ; ellos soltaron las riendas a nuestras pasiones, dando ocasión a que corriéramos desenfrenados por el sendero de la perversidad; y si alguno de nosotros se sustrajo a su fatal dominación, llevó impresas las señales de sus crueles manos, cual pájaro que escapa de las garras del gavilán. Míranos, cruel Nerón, nosotros somos aquellos infelices a quienes quemaste vivos. Nosotros somos, bárbaro Diocleciano, aquellos cuyas carnes palpitantes arrancaste a pedazos, gozándole en nuestros tormentos. Nosotros, oh heresiarcas, somos aquellos a quienes perseguisteis. Nosotros, en fin, oh católicos, somos aquellos desgraciados infieles que nacimos y morimos fuera del gremio de la Iglesia; pero ¿qué fruto habéis sacado vosotros, codiciosos, soberbios y lujuriosos, qué fruto habéis sacado de vuestra religión augustísima? ¡Ah! si entre nosotros hubiese brillado aquella luz que a vosotros os iluminaba, no hay duda que nos hubiéramos aprovechado de ella para convertirnos y salvarnos. Justo es, pues, el tremendo castigo que os prepara la cólera de Dios: Unusquisque ad proximum tuam stupebit: facies combustae vultus eorum."
Fuente: "Tesoro de Oratoria Sagrada: Diccionario Apostólico" [Tomo 9], 1860 - [Negrillas son nuestras.]