"Dios justificará en el día del Juicio, delante del Universo, el gobierno, que su Divina Majestad ha tenido con los Justos. Este gobierno parecía áspero, e injusto a muchos, porque trataba Dios con tanta aspereza a los Justos, al mismo tiempo, que sufría con tanta paciencia a los pecadores. En el mundo se miraba el vicio, como dichoso, el delito, coronado, y los malos, casi siempre ensalzados; y al mismo tiempo, se veía la inocencia oprimida, la virtud o no conocida, o menospreciada; y a los Santos, estos de quien el mundo no era digno, afligidos, calumniados, apedreados, u despedazados. Este gobierno de la providencia, parecía ser para los impíos ocasión de insulto, para los débiles de escándalo, para los ignorantes de murmuración, y alguna vez tentación a los más justos, y motivo de argumento a la justicia, y providencia de Dios.
Pero Dios en el Juicio final justificará el gobierno que tuvo con sus escogidos, descubriendo a todo el mundo las razones que tuvo para obrar así, haciendo confesar igualmente a los buenos, y a los malos, que fueron justísimas, y que debían adorarlas, aún cuando no las comprendían. Les hará ver, que el camino por dónde los llevó, les debía parecer agradable por el término, adonde iba, resarciendo con ventaja los oprobios que sufrieron con la resplandeciente gloria de que los llenará delante de todo el Universo. Entonces estimados, y venerados de todos los Ángeles y aún de los condenados mismos, que se verán obligados, a su pesar, a reconocer su superioridad, y a darle toda estimación; y aunque verdaderamente esta veneración será forzada, no por eso será, ni menos verdadera, ni menos cierta. En fin, este soberano Juez para perfeccionar la gloria de sus escogidos, los hará Jueces de los mismos que los juzgaban; esto es de aquellos que les perseguían, y de los que les atormentaban.
Dios obligará a los condenados, a dar testimonio de la sabiduría y justicia de su Juez, acusándose a si mismos de su injusticia, y de su locura: Así dice el Espíritu Santo en el libro de la Sabiduría, que dirán gimiendo estos infelices, consternados de una mudanza tan admirable, movidos de tardo arrepentimiento, y desesperados de ver, que este le es inútil, mirando a los justos sentados a la derecha de su Juez: "¿Son estos los que nosotros menospreciamos tanto? ¿Son estos los que tantas veces fueron el motivo de nuestra chanza, y de nuestra risa? Nosotros los teníamos por insensatos, y eramos nosotros, los que lo eramos. Los tratábamos como miserables, y como los últimos de los hombre; pero los vemos allí triunfantes, y gloriosos, elevados a la gloria de hijos de Dios, y herederos de su Reino, de que gozarán otro tanto tiempo como nosotros estaremos desterrados, que será por una eternidad. ¿Cual ha sido, pues, nuestro error? ¿Cual ha sido nuestra locura? Ergo erravimus. ¡Infelices de nosotros, pues no hemos conocido nuestro yerro, sino cuando no tiene remedio! Haced, Señor, que yo me aproveche de su desgracia, y que reconozca el error, en que he vivido hasta aquí, ahora que puedo remediar sus consecuencias."
Fuente: "Pensamientos o Reflexiones Cristianas, para todos los días del año", Padre Francisco Nepueu, Tomo III, Julio, Día V - [Negrillas son nuestras.] / Licencia Imagen: "The Last Judgment" por Peter Paul Rubens - CC0 Public Domain
