«Ninguno puede servir a dos señores» dice Cristo nuestro Redentor. Suave es la divina consolación, y esta no es para todos, sino para los que desprecian las vanidades del mundo. No es posible gustar de Dios y amar desordenadamente las cosas de esta vida. Todos quieren gozar de la suave conversación del Señor, pero muy pocos son los que quieren perder sus intereses y menospreciar de corazón los bienes terrenales. Desean recibir la interior consolación del alma, y juntamente satisfacer a sus apetitos. Si quieres seguir a Cristo, conviene negar a ti mismo. DespÃdete del mundo, para gozar de Dios.
De los Samaritanos, que eran una gente perdida, dice la Escritura que temÃan a Dios, y juntamente con esto tenÃan Ãdolos que adoraban. No puedes temer a Dios con amor filial y verdadero y adorar el vicio que amas. Por amor de esto mandó Jacob a los suyos quitar los Ãdolos, para orar y sacrificar a Dios. Contrarios son Jesucristo y el demonio; ninguna cosa tienen común, ni pueden morar juntos. Quita primero el amor del mundo si quieres que venga Dios a tu alma. No podrás gustar de Dios hasta que los bienes de este mundo y sus deleites tengas por amargos y desabridos. Cuando las cosas de este siglo tuvieres por acedas, entonces está tu ánima dispuesta para recibirla interior consolación de Jesucristo. Como es imposible mirar con un ojo al cielo, y con el otro a la tierra, asà no cabe en razón, ni se compadece, que teniendo las afecciones en los bienes terrenales, quieras gozar de las espirituales consolaciones. Si quieres gozar de Dios, forzoso es que seas privado de todo género de mundana y sensual consolación. Si quieres gozar del sol, vuelve las espaldas a la sombra. Vuelve las espaldas al mundo despreciando estas sombras y vanidades suyas, y gozarás del Sol de justicia Jesucristo.
Nadie goza de la consolación espiritual sino el que vuelve las espaldas a la terrena. Vil es la consolación humana, pues impide a la Divina. No busques a Dios entre los vergeles, y florestas de los deleites, y pasatiempos del mundo, pues le halló Moisés en entre las espinas de la penitencia y aspereza de la vida. Porque los mundanos le buscan en los regalos, nunca merecen hallarle. Aborrece de corazón toda mundana delectación, y serás de parte de Dios recreado. Desarraiga el amor del mundo de tu alma, para que dé lugar que el divino amor haga presa en ella. No permitió Dios que su Santa Arca y el Ãdolo Dagon tuviesen un altar: y aunque porfiaron los Filisteos, jamas pudieron hacer que estuviesen juntos. No quiere Dios que esté en pié el Ãdolo del vicio que adoras, donde está su Divina Persona. No consiente que él y el mundo sean juntamente adorados. Por tanto si a Dios quieres amar, convine despreciar la gloria de este siglo. Nunca, apareció Dios a Moisés estando en Egipto, ni tú esperes gozar de él viviendo entre las tinieblas del mundo. Renuncia el palacio de Faraón menospreciando las honras y vanidades en que vives, porque en el desierto de la vida solitaria hallarás como otro Moisés en el amparo de Dios y espiritual consolación.
En tanto que se hallare en ti la harina de Egipto, no gustarás del maná del cielo. Acábese primero en ti todo amor mundano, y gozarás del amor divino. Tienes el estómago lleno de malos humores, y por eso no recibes el delicado y sustancial manjar del Cielo. Menosprecia de corazón todas las cosas que deleitan debajo del Cielo, y podrás levantar tu ánimo sobre el cielo, y recibir parte de los gozos del Cielo. Aquella pobre viuda por mandado del profeta ElÃseo echaba aceite en los vasos vacÃos que sus hijos le ofrecÃan, y faltando los vasos cesó el aceite, que Dios milagrosamente habÃa multiplicado. Si quieres que Dios derrame en tu corazón su divina gracia, conviene que se le ofrezcas vacÃo de amor mundano. Aparejada está la divina largueza, para comunicarte sus dones, y los da a quien le ofrece el corazón desocupado de todo lo que es mundo, y sabe a mundo. Y si cesa esta celestial consolación, es porque cesas tú de darle vaso vacÃo, en que ese Divino licor se derrame.
Cuando cesó el aceite, no fue por culpa del magnÃfico dador, sino por falta de vasos vacÃos. Creeme, que si Dios no te da las gracias que dio a sus grandes amigos, que no es porque no es ahora tan magnÃfico como entonces, sino porque no dispones tu voluntad como aquellos Santos la disponÃan y daban a Dios. Entrégate todo a él, quebrando de todo con el mundo, y verás lo mucho que del Señor recibes. Pocos son los que perfectamente renuncian al mundo y a sà mismos. Muchos quieren tener dos respetos, y entregándose a Dios reservan los cumplimientos que tienen con el mundo. No te sea grave apartarte de los amigos y parientes, pues no sirven, sino de impedir el camino del Cielo. No revela Dios al alma sus Ãntimos secretos delante de testigos, ni quiere conversar con el bullicioso, que en muchos negocios se ocupa. Ninguno es amado del mundo sino el que es desechado de Cristo y ninguno es querido de Cristo sino aquel que el mundo desprecia. David recibió al siervo egipcio a quien su amo habÃa desechado. Asà recibe Dios a los que el mundo desecha. Presto oyen la voz de Dios los que no tienen en este mundo cosas que los deleitan. No puedes perfectamente amar a Dios si no desprecias a tà mismo, y al mundo, por Dios. En esto verás si amas a Dios, echando la cuenta con el amor que tienes al mundo. Cuanto a Dios más amares, tanto estimarás en menos las cosas de la tierra. No quiere el Señor nuestro corazón partido ni dividido, sino entero. Por no perder un bien tan verdadero, ten en poco estos falsos bienes: y alcanzarás la perfecta consolación del espÃritu."
Fuente: "Tratado de la vanidad del mundo", Fray Diego de Estella, 1787 - [Negrillas son nuestras.]