"Gaudium erit in caelo super uno peccatore poenitentiam agente, ...
«Habrá más gozo en el Cielo por un pecador que hace penitencia. ...
(Luc; XV,7).».
Se cuenta en el Evangelio de hoy, que los Fariseos murmuraban de Jesucristo, porque acogía a los pecadores y comía con ellos: Hic peccatores recipit, et manducat cum illis. ( Luc. 15, 2) Oyendo esto el Señor, les dijo: Decidme, si uno de vosotros tuviese cien ovejas, y perdiese una de ellas, ¿no abandonará las noventa y nueve en el desierto, e irá a buscar la que ha perdido? Y no dejará de buscarla hasta que la encuentre; y después que la haya encontrado, la cargará sobre sus espaldas, y alegre convocará a sus amigos y vecinos, y les dirá: Dadme el parabien, porque he hallado la oveja que había perdido: Congratulamini mihi, quia inveni ovem meam quae perierat. Y luego concluye con estas palabras: Dico vobis, quod ita gaudium erit in caelo super uno peccatore poenitentiam agente, quam super nonagintanovem justis, qui non egent poenitentia: Os digo, que igual alegría habrá en el cielo por un pecador que haga penitencia , que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de hacer penitencia. Hablemos pues hoy de la misericordia que usa Dios con los pecadores:
Punto I. Llamándolos a penitencia.
Punto II. Esperando a que se conviertan.
Punto III. Perdonándolos cuando se arrepienten.
PUNTO I.
Misericordia de Dios en llamar a los pecadores a penitencia.
1. ¡Que maravillados quedarían los Ángeles, cuando pecó Adán , comiendo el fruto prohibido; y avergonzándose después del pecado cometido iba huyendo de la presencia de Dios; de ver al Señor que había perdido a Adán, buscarle; y como el que va rogando, seguirle de cerca y llamarle! Adán , donde estás? le dice: Adam, ubi es? (Gen. 3. 10.) ¿Hijo mio, donde estás? le repite. El P. Pereyra comenta estas palabras, y escribe sobre ellas: Tales expresiones son propias de un padre que busca a su hijo perdido. Hermanos míos, lo mismo ha hecho Dios con vosotros tantas veces como habéis huido de él, ofendiéndole, y Dios os ha llamado a penitencia por medio de inspiraciones, confesores y predicadores; como padre y pastor amoroso que llama sin cesar al hijo descarriado y a la oveja perdida. ¿Quién era aquel que os ha llamado tantas veces al redil de Jesucristo, que habíais abandonado por seguir la senda del vicio, que conduce al precipicio del infierno? Era el mismo Dios, cuyos embajadores son los predicadores y las divinas inspiraciones, como dice S. Pablo: Pro Christo ergo legatione fungimur, tamquam Deo exhorante per nos. (2. Cor. 5, 20. ) Por esto dice el mismo Apóstol a los pecadores de Corinto: Obsecramus pro Chrislo, reconciliamini Deo: En nombre de Cristo os suplicamos que os reconcilieis con Dios. S. Juan Crisóstomo comenta estas palabras , diciendo: Ipse Christus vos obsecrat: quid aute obsecrat? Reconciliamini Deo: El mismo Cristo os ruega: y ¿qué es lo que os ruega? Que os reconciliéis con Dios. ¿Y como os reconciliareis con Dios? Abandonando el pecado y haciendo la paz con él: Reconciliamini Deo. Y después añade: Non enim ipse inimicus gerit, sed vos: El enemigo no es Dios , sino vosotros. Y en efecto, siempre es el pecador el que comienza las hostilidades contra Dios: siempre es Dios el que llama a la capitulación y a la paz al pecador. Cuando el ofensor está duro y renitente, el ofendido que es Dios se ablanda y humilla , para que el hombre vuelva a la amistad de su Dios, la criatura a la gracia del Criador.
2. Y a pesar de esto no cesa el Señor de llamarle con tantas voces e inspiraciones internas, remordimientos de conciencia y terrores y amenazas de castigos. Así ha obrado Dios con vosotros, oyentes míos; y viendo que hacíais el sordo, se ha valido de los castigos, os ha llamado con aquellas persecuciones, con aquellas pérdidas de riquezas, con aquellas muertes de parientes, con aquella enfermedad mortal: os ha mostrado el decreto de vuestra eterna condenación: no porque quiera condenaros, sino porque quiere libraros del infierno que teníais merecido, según aquellas palabras de David: Dedisti me tuentibus te significationem, ut fugiant a facie arcus, ut liberentur dilectitui: Amenazaste a los que te temían , para que evitasen el castigo, y se librasen de él aquellos a quienes tú amabas. (Psal. 59 , 6.) Vosotros llamabais desgracias aquellos trabajos, pero no eran sino misericordias que el Señor usaba con vosotros; eran voces de Dios para que dejaseis el pecado y no corrierais a la perdición: Raucae facae sunt fauces meae. (Psal. 68, 4.) Hijos, os dice Dios, mi voz se enronqueció llamándoos, y vosotros no me visteis: Laboravi rogans. (Jer. 15,6.)
3. Merecíais por vuestra ingratitud que yo no os llamase más, pero seguí llamándoos. ¡O Dios mio! ¿quién era aquel que os llamaba? Era un Dios de infinita majestad, que os ha de juzgar un día, y de quien depende vuestra suerte o vuestra ruina eterna. Y vosotros ¿ quienes sois? Unos gusanos miserables que merecéis el infierno. Y ¿por qué os llamaba Dios? Para haceros recobrar la vida de la gracia que habíais perdido. Volved al buen camino y vivid, os repetía a menudo: Revertimini et vivite. ( Ezech. 18. 32.) Para asegurar la eterna vida, seria pequeño sacrificio vivir cien años ayunando y haciendo penitencia en un desierto; pero Dios os la ofrecía por un solo acto de dolor, y vosotros la rehusabais; y sin embargo él no os abandonó, y siguió diciéndoos: Quare moriemini domus Israel? Como un padre que va llorando tras un hijo que va a lanzarse voluntariamente al mar; así Dios ha ido tras de ti, diciéndote: Hijo mio, ¿por qué quieres condenarte?
4. Así como una paloma que quiere entrar en un palomar, y viendo cerrada la entrada por todas partes, va volando al derredor, y no deja de dar vueltas hasta que encuentra por donde entrar; así dice S. Agustín que hacia con él la misericordia divina, cuando él vivía en desgracia de Dios: Circuibat super me fidelis a longe misericordia tua. Lo mismo ha hecho el Señor contigo, o pecador. Siempre que pecabas, desterrabas a Dios de tu alma, como dice Job por estas palabras: Impii dicebant Deo: Recede a nobis: Los impíos decían a Dios: Apártate de nosotros. (Job 21 , 14.) Y Dios en lugar de abandonarte se colocaba a la puerta de tu ingrato corazón, y llamando, te hacia conocer que él estaba por la parte de afuera, diciendo que quería entrar en tu corazón : Ecce sto ad ostium, et pulso. (Apoc. 3. 20.) Él te suplicaba que le dieses entrada en él, apiadado de sus ansias, segín aquellas palabras de los Cantares (5, 2.): Aperi mihi, soror mea: Ábreme, te decía, porque quiero librarte de tu ruina : quiero olvidarme de todos los disgustos que me has dado si abandonas la senda de tu perdición. Quizá tú no quieres abrirme ahora por no quedarte pobre, restituyendo los bienes robados, o dejando el trato de aquella persona que te provee de todo. ¿No puedo yo proveerte también? dice Dios. Quizá piensas llevar una vida amarga, dejando aquella amistad que te tiene separado de mí. Pero ¿no puedo yo contentarte y hacerte pasar una vida feliz? Pregúntalo a aquellos que me aman de corazón, y verás como están contentos con mi gracia, y no trocarían su estado, aunque humilde y pobre, por todas las delicias y riquezas de los monarcas de la tierra.
PUNTO II.
Misericordia de Dios en esperar a que se conviertan los pecadores.
5. Hemos considerado la misericordia de Dios mientras llama a penitencia a los pecadores: consideremos ahora su paciencia mientras espera a que se conviertan. Decía aquella gran sierva de Dios, Doña Sancha Carrilo, hija de confesión del P. Juan de Ávila, que deseaba edificar una iglesia que se intitulase: La paciencia de Dios, considerando la gran paciencia que tiene Dios con los pecadores. Y en efecto , oyentes míos, ¿quién podía sufrirnos tanto como nos ha sufrido Dios? Si las ofensas que hemos hecho a Dios, las hubiésemos hecho a un hombre, aunque fuese el mejor amigo que tenemos, o nuestro mismo padre, quizás se hubiese vengado de nosotros. La primera vez que le ofendimos, pudo castigarnos; le volvimos a ofender, y Dios en vez de castigarnos, nos hacia bien, nos conservaba la vida, nos proveía de todo; fingía que no veía las ofensas que le hacíamos, para dar lugar a que nos enmendásemos y dejásemos de ofenderle: Dissimulat peccata hominum propter paenitentiam. (Sap. I1 , 24.) Pero, ¿en qué consiste, Señor, que vos que no podéis sufrir un solo pecado, sufrís tantos y calláis? Respicere ad iniquitatem non poteris. Quare respicis super iniqua agentes el tacee? (Habac. i , 13.) Vos veis aquel hombre vengativo que estima más su propio honor que el vuestro: aquel hombre codicioso que en lugar de restituir lo que ha robado sigue ejerciendo sus rapiñas: aquel deshonesto que en lugar de avergonzarse de la fealdad de sus vicios, se vanagloria de ellos: aquel escandaloso que no contento con las ofensas que os hace él mismo, procura inducir u los demás a que os ofendan. Si los veis, ¿como calláis y no los castigáis inmediatamente?
6. Dice Sto. Tomás que todas las criaturas, la tierra, el fuego, el aire y el agua quisieran por instinto natural castigar al pecador y vengar las injurias que está haciendo a su Criador: Omnis creatura tibí factori deserviens excandescit adeversus injustos. Pero que Dios por su bondad se opone a ello y espera aun a los malvados para que se conviertan, y ellos abusan de su indulgencia para ofenderle más. El profeta Isaías exclama: Indulsisli genti, Domine, indulsisti genti, numquid glorificatos es? (Isa. 26, 15.) Vos, o Señor, los habéis esperado largo tiempo, habéis suspendido la venganza; pero, ¿qué ventajas habéis sacado de esto, si ellos han obrado peor que antes? ¿Por qué habéis de tener tanta paciencia con estos ingratos? ¿ Por qué habéis de seguir esperándolos y no los castigáis? A esto responde el mismo profeta Isaías (3 , 18.), diciendo: Propterea expectat Dominus, ut misereatur vestri. Dios espera al pecador para que se enmiende por fin y pueda de este modo perdonarle y conducirle a la salvación. Yo no quiero que el pecador se condene, dice el Señor, sino que se convierta y se salve: Nolo mortem impii, sed ut convertatur impius a via sua et vivat. (Ezech. 32 , 11.) S. Agustín añade, que si Dios no fuese Dios , seria injusto, por tener tanta paciencia con los pecadores. Pecamos nosotros, sigue diciendo el Santo, estamos adheridos al pecado meses y años, nos vanagloriamos del pecado, y tú nos sufres, o Señor! Te provocamos a la ira, y tú nos convidas con tu misericordia ! Nos peccamus, inhaeremus peccato. Gaudemus de peccato , et tu placatus es! Te nos provocamus ad iram, tu nos ad misericordiam! Parece que hay una contienda entre Dios y nosotros: nosotros nos empeñamos en irritarle para que nos castigue, y él se empeña en invitarnos con el perdón.
7. Señor, dice el santo Job, ¿qué cosa es el hombre a quien tanto engrandeces y amas? Quid est homo, quia magnificas eum, aut quid apponis erga eum cor tuum? (Job 7 , 17.) S. Dionisio Areopagita dice que Dios va tras los pecadores como un amante despreciado, pidiéndoles que no se pierdan, y diciéndoles sin cesar: Ingratos, ¿porqué me abandonáis? Yo os amo, y no deseo otra cosa que vuestro bien. Advertid, o pecadores, dice Sta. Teresa, que aquel que os llama y os viene siguiendo, es aquel Señor que os ha de juzgar un día; sabed que si os condenáis, serán para vosotros las penas mayores que sufriréis en el infierno, las muchas misericordias que usa ahora con vosotros.
PUNTO III.
Misericordia de Dios en perdonar a los pecadores que se arrepienten.
8. Cuando un vasallo se rebela contra un principe de la tierra y va despues a pedirle perdon; el príncipe le arroja de su presencia , sin dignarse mirarle. Pero Dios no se porta así con nosotros, cuando humildemente le pedimos perdon: Non avertet faciemsuam a vobis, si reversi fueritis ad eum. (2. Paral. 30, 9.) Dios no sabe volver el semblante por no mirar al pecador cuando vuelve a él arrepentido. Jesús mismo nos protestó, que jamás dejará de admitir a ninguno que se postre arrepentido a sus pies: Eum qui venit ad me, non ejiciam foras. (Joan. 6, 37.) Pero, ¿como ha de poder rechazarle, cuando él mismo le convida a que vuelva a su redil, y promete abrazarle? Revertere ad me, dicit Dominus, et suscipiam te. (Jer. 3,1.) En otro lugar dice: Yo he debido volveros la espalda , o pecadores, porque vosotros me la volvisteis primero a mí; pero volveos de nuevo a mí, y yo me volveré a vosotros: Convertimini ad me, ait Dominus exercituum, et convertar ad vos, ait Dominus. (Zach. 1,3.)
9. ¡O con que ternura abraza Dios al pecador que se convierte! Esto cabalmente quiso manifestarnos Jesucristo, cuando dijo, como hemos referido arriba: que él es el buen pastor, que cuando encuentra a la oveja perdida, la abraza amoroso y la carga sobre sus espaldas: Et cum invenerit eam, imponit in humeros suos. (Luc. 15, 5.) Lo mismo nos manifestó en la parábola del hijo pródigo, haciéndonos saber que él es aquel padre que sale al encuentro al hijo perdido cuando vuelve a casa, le abraza, le besa, y se embriaga de alegría al recibirle: Aceurrens cecidit super collum ejus, et osculatus est eum. {Luc. 15, 20.)
10. Dios nos asegura también que cuando el pecador se arrepiente, el Señor quiere olvidarse de los pecados que ha cometido, como si no le hubiese ofendido con ellos. Más si el impío, dice, hiciere penitencia, vivirá y me olvidaré de todas las iniquidades que ha cometido: Si autem impius egerit paenitentiam vivet, omnium iniquitatum ejus quas operatus est, non recordabor. (Ezech. 18, 21 et 22.) Y él mismo nos añade por el profeta Isaías (1, 18.): Venite, et arguite me, dicit Dominus , si fuerint peccata vestra , ut coccinum , quasi nix dealbabuntur: Aunque vuestra conciencia estuviere enteramente manchada por el pecado , quedará blanca como la nieve. Pero sobre todo, debemos notar estas palabras que dice en el mismo lugar: Venite, et arguite me, que quieren decir: Venid a mí, pecadores, y si yo no os perdono y no os alargo los brazos, echadme en cara que be fallado a mis promesas. Mas no temáis que falte a ellas, porque Dios no sabe despreciar a un corazón contrito y humillado: Cor contritum et humiliatum, Deus, non despides. (Psal. 50 , 19.)
11. El Señor cifra su gloria en ser misericordioso con los pecadores, como dice Isaías: Exaltabitur parcens vobis. (Isa. 30, 18.) Y la Iglesia añade que Dios manifiesta su omnipotencia perdonando, y apiadándose de quien le ofende: Deus, qui omnipotentiam tuam parcendo maxime et miserando manifestas. No penséis, oyentes míos, que Dios quiere haceros esperar largo tiempo el perdón ; porque os le concederá tan presto como le pidáis, como se lee en la Escritura por estas palabras: Plorans nequaquam plorabis, miserans miserebitur tui. (Isa. 30, 19.) No tenéis mucho que llorar, porque al instante que lloréis vuestras culpas, se apiadará Dios de vosotros: Ad vocem clamoris tui, statim ut audierit, respondebit tibi. (Ibid.) Dios no hace con nosotros lo que nosotros hacemos con él. Nos llama y hacemos el sordo; pero Dios al instante que nos oye decir: perdonadme, Dios mio, nos responde compadecido: yo te perdono. Ea pues pecador, ¿por qué tardas a pedir perdón a ese Señor omnipotente y compasivo a quien tienes ofendido? ¿Porqué no vuelves a la casa de ese padre amoroso que abandonaste como el hijo pródigo, y te espera con los brazos abiertos para abrazarte, y olvidar las injurias y ofensas que le has hecho?"
Fuente: "Sermones abreviados para todas las dominicas del año", San Alfonso María de Ligorio, 1847 - [Negrillas son nuestras.]