"No tenemos menos obligación al celo que a la caridad; porque el celo es respeto de la caridad lo que el calor respeto del fuego; así como donde no hay calor se debe inferir que no hay fuego: así, donde no hay celo se debe inferir que no hay caridad. Debo tener celo hacia mi prójimo, si amo a Dios; estoy obligado a manifestar a su Divina Majestad mi amor procurando su gloria; y ¿cómo puedo procurar su gloria sino haciéndole conocer y amar de los hombres? Si amo verdaderamente a Dios, debo amar lo que su Divina Majestad ama, y cómo lo ama Dios: Dios ama sumamente a mi prójimo y el fin de su amor es no omitir nada que pueda conducir a su salvación: luego si yo amo a Dios, debo amar a mi prójimo, y no debo omitir nada para procurar su salvación. Jesucristo dice a todos lo que dijo a san Pedro: Si me amáis, apacentad mis ovejas; que quiere decir: contribuid cuanto sea posible a la salvación de los prójimos, como lo ejecutareis, si me amáis; si no lo hacéis, por mucho que protestéis este amor, es falso y no le tenéis.
Si conociésemos el valor de las almas, no nos faltaría el celo de su salvación; pero ¿cómo lo podemos ignorar viendo la estimación que Dios hace de ellas? Su opinión debe ser la regla de la nuestra. Todo lo que Dios hace en el orden de la naturaleza y en el orden de la gracia se termina a Ia salvación de las almas. El enviar su Hijo al mundo, el hacerle morir en cruz fue para salvar las almas. Su Hijo Santísimo abrazó la misma opinión, aunque sabía lo que le había de costar, y dijo: Porque conozco a mi Padre y sé que le doy gusto, sacrifico mi vida por mis ovejas (Jn 10,25). Manifestó su celo y ternura hacia las almas en la parábola del buen pastor; en la solicitud y diligencia con que buscó la oveja perdida; en la alegría que mostró por su hallazgo (Lc 15,6); en el ardor con que encargó a sus discípulos pidan a su Padre envié obreros y jornaleros para la viña; en lo que les insto a que ellos mismos trabajen; en la compasión que mostró del abandono en que están tantos pueblos como ovejas sin pastor; en el deseo que manifestó tener de beber el amargo cáliz de su pasión, porque nos había de ser provechoso: y en fin, en la alegría con que abrazó la cruz, porque había de ser el instrumento de nuestra salvación. Pues ¿cómo podemos ver la estimación, el celo y el amor que Jesucristo tiene a las almas, lo que ha hecho y padecido, para que se salven; sin estimarlas nosotros, sin amarlas y sin desear hacer y padecer con prontitud cualquiera cosa que condujera para su salvación? ¡Ay Dios mío! Si no tengo este celo, es porque no tengo vuestro santo amor.
Si amamos a Jesucristo, ¿cómo podemos ver sin dolor la ruina de tantas almas que amó con tal ternura, que vertió por ellas su sangre? ¿Cómo podemos dejar de hacer los mayores esfuerzos para impedir su ruina? ¡Si un jumento cae en el camino (dice san Bernardo) todos ayudan a levantarle; qué multitud de almas caen todos los días en el infierno, y que pocos hay que procuren impedirlo! Si vemos ciego cerca de un precipicio, todos gritamos para advertirle, todos corremos para detenerle: y viendo todos los días tantos hombres ciegos é insensatos, hermanos nuestros, que se precipitan con furor en el infierno, aunque la razón de ser de la misma especie nos debía obligar a gritarles y advertirles los males a que se precipitan, y la caridad nos las representa como redimidas con la preciosa sangre de Jesucristo, miramos con indiferencia y tranquilidad a unas almas teñidas en esta preciosísima sangre, caer en las llamas eternas ¿Aunque fuese menester perder la vida para socorrerles, podríamos dejar de hacerlo si tuviéramos un poco de amor a Cristo nuestro Señor? Pues teniendo mucha menos dificultad lo que se nos pide para ayudarlos; ¿cómo estamos en esta tranquilidad sin querernos tomar el más mínimo trabajo? Mi indolencia, oh Salvador mío, a vista de la pérdida de las almas que Vos habéis amado tanto, es señal de la indiferencia con que os miro, y esta indiferencia muestra evidentemente que no os amo, como debo".
Fuente: "Pensamientos o Reflexiones Cristianas, para todos los días del año", Padre Francisco Nepueu, Tomo IV, Octubre, Día XXV - [Negrillas son nuestras.] / Licencia Imagen: A helping hand por Adam Moralee - CC BY-NC-SA 2.0